La artillería naval es el conjunto de armas de guerra de un buque pensadas para disparar a largas distancias empleando una carga explosiva impulsora.
EL CAÑÓN EN LEPANTO:
El armamento artillero de las galeras ordinarias del siglo XVI, que tenían de 300 a 400 toneladas, 26 bancadas con unos 250 galeotes y 200 o 250 soldados entre arcabuceros y piqueros, estaba constituido, por lo general, por una culebrina de 36 situada a proa, sobre la crujía (de ahí su nombre de cañón de crujía), y a cada banda de ésta una media culebrina bastarda de ocho y un sacre de seis.
El esmeril bastardo, también llamado “Matacapitanes” (nombre de una pieza de artillería, bautizada así por el uso que se le daba, por ser un modelo diseñado para optimizar su empleo contra los oficiales enemigos protegidos con armaduras a prueba de balas de arcabuz), utilizada en las galeras españolas del siglo XVI, que desde la Cátedra Naval se descubrió e identificó. Es un tipo de arma hasta ahora desconocido y que se cree una pieza única y desconocida de artillería naval de la segunda mitad del siglo XVI, localizada sin inventariar en los museos navales españoles, se encontraba localizada en el rincón de una de las salas de exposición (sala Argos) en la parte oeste de la planta superior del Palacio Renacentista de Álvaro de Bazán, en El Viso del Marqués (Ciudad Real).
La importancia de la pieza, se considera de gran interés por estar está asociada a una de las figuras navales españolas de ese siglo XVI, Don Álvaro de Bazán, primer Marqués de Santa Cruz, y a la batalla naval más importante de esa época, la de Lepanto.
El esmeril es de bronce fundido y de cámara cerrada, conservando, unida a los muñones, una sólida horquilla de hierro con su correspondiente pinzote. La joya, o brocal, es abocinada y, a partir de su final, la caña se va ensanchando suavemente, formando un tronco de cono, hasta la faja de la culata. Esto indica que el grosor del metal de las paredes del ánima crece en la misma proporción. Entre la joya y los muñones aparece una fina faja, existiendo otra similar antes del fogón. Éste se halla sobre un pequeño resalte unido a la faja de la culata.
DIMENSIONES Y CARACTERÍSTICAS DE LA PIEZA:
- Pieza de cámara cerrada.
- Longitud total con la portarrabiza: 56,8 cm.
- Longitud de la pieza hasta el final de la faja alta de la culata: 48 cm.
- Longitud de la portarrabiza: 7 cm.
- Longitud de la rabiza de madera: 31,5 cm.
- Longitud total de la pieza con la rabiza colocada en el portarrabiza: 82 cm.
- Longitud del ánima: 46,5 cm.
- Calibre del ánima: 38,8 mm.
- Calibres: 13,5.
- Espesor de las paredes del ánima: boca 16 mm; medio 17,2 mm; culata 20,4 mm.
- Diámetro de la bala o pelota: 33,8 mm.
- Peso de la bala de plomo: 8 onzas = 230 g.
- Viento de la bala o pelota: 4 onzas = 2,5 mm.
Tiene un calibre o calibo de 38,8 mm, que corresponde a 12 onzas de bala de plomo, al cual, restando el aire de 4 onzas, nos da que la pieza tira bala de 8 onzas de plomo, por tanto entra dentro del valor clásico del calibre del esmeril. El límite superior de datación del “Matacapitanes” debemos establecerlo al final del siglo XVI, en el cual los esmeriles desaparecen siendo sustituidos por los Pedreros.
Las cinco piezas, sobre afustes de madera instalados en la corulla, estaban fijas en el eje longitudinal de la galera y se apuntaban en dirección con el propio buque. Esta acumulación de artillería en la corulla se debía a la conveniencia de disponer de la máxima potencia de fuego en el área ofensiva del buque; a la dificultad de colocar artillería por las bandas. Sobre las falcas, entre los remos, se montaban también las horquillas de los mosquetes de la guarnición. A popa, sobre la espalda, se instalaban igualmente pedreros y mosquetes.
Las galeazas (de 1.500 a 1.600 toneladas) y los galeones (de 500 a 600 toneladas que navegaban exclusivamente a vela) artillero llevaban artillería en las bandas, montando las primeras hasta 60 piezas, entre cañones de distintos calibres y pedreros, repartidas entre la proa, la popa y la batería central que cubría las dos bandas por encima de la cámara de boga
En Lepanto (actual golfo de Corinto) el 7 de octubre de 1571, el cañón interviene por primera vez en un gran combate naval, y actúa como poderoso auxiliar de la táctica de la época que, semejante a la terrestre, consiste en la embestida frontal en línea desplegada, tratando de lograr el envolvimiento de las alas para convertirse enseguida en una serie de choques individuales o de grupos de galeras que combaten al abordaje, cuyos resultados dependían fundamentalmente de la potencia y arrojo de las guarniciones de Infantería, que encarnaban el verdadero armamento de galeras y galeones. Piqueros y arcabuceros constituían el armamento principal de las galeras del siglo XVI; la artillería no era en ellas más que un armamento secundario o auxiliar.
Sin embargo, el día de Lepanto, las galeazas, desplegadas a una milla por la proa de la línea cristiana, jugaron un papel específicamente artillero. Las galeras de Alí-Pashá, al avanzar desplegadas en línea de frente contra los cristianos, sufrieron el mortífero fuego de la artillería de las galeazas; la línea turca se quebró, se hundieron varios buques y la mayor parte de ellos sufrieron importantes bajas, con lo que la moral de los jenízaros se quebrantó y ambas circunstancias restaron impulso y energía al choque con las galeras de la Santa Liga.
Los cañones de éstas entraron en acción después, pero, para ocasionar los mayores daños posibles en los grupos de soldados enemigos dispuestos al asalto, y siguiendo el sabio consejo dado a D. Juan de Austria por el veterano D. García de artillero Toledo, en una carta que le hacía llegar el el 13 de septiembre de 1.571 en la que le aconsejaba las tácticas que había de emplear en el combate, no dispararon hasta instantes antes del abordaje, “de modo que se fundiese en uno sólo el ruido del disparo y el de los espolones al quebrarse”, apuntando bien de enfilada para barrer las crujías y arrumbadas de las galeras adversarias.
El tiro naval, en esta época, estaba, como es lógico, en sus primeros balbuceos. La única teoría de tiro naval, entonces existente, era la formulada por Nicola Tartaglia en 1537, quien entendía que la trayectoria del bolaño lanzado por una culebrina era recta en su primera parte y luego curva, «que podía estimarse como parte de una circunferencia». El trozo recto de la trayectoria correspondía al alcance de punto en blanco, y para lograr mayores alcances había que dar inclinación al afuste del cañón mediante una escuadra de madera y una plomada.
Para los artilleros de las galeras el problema del tiro era sumamente sencillo. La puntería en dirección la hacía el capitán aproando el buque en la embestida de manera de enfilar de proa a la galera adversaria, y en cuanto a la puntería en alcance, se disparaba para el alcance de punto en blanco materialmente a boca de jarro, y si estorbaban los propios espolones se cortaban como ordenó hacer D. Juan de Austria momentos antes del combate.