La artillería naval es el conjunto de armas de guerra de un buque pensadas para disparar a largas distancias empleando una carga explosiva impulsora.
LA ARTILLERÍA NAVAL DE LOS SIGLOS XIV-XVI:
La historia tiene en su haber muchos descubrimientos que jugaron un papel trascendental en el desarrollo de nuestra civilización. Sin lugar a dudas uno de ellos ha sido la pólvora, revolucionando de manera esencial las batallas, de tal modo que este producto constituyó desde su creación el elemento básico de casi cualquier arma de combate.
La pólvora fue inventada por los alquimistas de la antigua China en el siglo IX. En principio se obtuvo mezclando azufre, carbón vegetal y salitre (nitrato de potasio). Al moler bien los ingredientes y mezclarse, se obtenía un polvo llamado ‘serpentina’.
Hasta el siglo XIII la pólvora continuó estando bajo el monopolio chino. Pero entonces se introdujo en las rutas de comercio de la seda y pasó a Europa y al mundo islámico, con lo cual empezó a formar parte de muchas de las escaramuzas del período medieval, entre ellas la Guerra de los Cien Años y el asedio turco a Constantinopla. Primero se utilizó en cañones y luego, ya en el siglo XV, en armas de fuego
La primera noticia sobre el empleo de la artillería en buques data de 1359, y se da por hecho que los primeros occidentales en utilizar cañones en las galeras fueron los españoles, y según las crónicas en la batalla de la Rochela (Francia) 23 y 24 de junio de 1.372, cuando una escuadra al mando del Almirante Ambrosio Bocanegra derrotó a una inglesa del almirante Conde de Pembroke, que fue hecho prisionero junto con setenta caballeros principales. Según esto, a España le cabe el honor de ser la primera nación que montó artillería en sus naves, pues la guerra de Chioggia, entre Génova y Venecia, que algunos señalaban como punto de partida de la artillería naval, tuvo lugar en 1379.
La artillería aparece en el campo de batalla a bordo de los buques en la primera mitad del siglo XIV. Estos primeros artefactos, es más la curiosidad que producen que el efecto real que tienen en el combate, pero la incorporación progresiva al campo de batalla produciría la gran revolución militar del renacimiento. Los españoles utilizaron cañones, causando gran sorpresa y espanto en sus adversarios. En España era normal llevar cañones en los buques desde fines de la Edad Media, pero la artillería de un barco no formaba parte integrante del mismo. Se situaba a bordo para un viaje específico y se retiraba cuando la nave llegaba a puerto.
La artillería aparece en el campo de batalla a bordo de los buques en la primera mitad del siglo XIV. Estos primeros artefactos, es más la curiosidad que producen que el efecto real que tienen en el combate, pero la incorporación progresiva al campo de batalla produciría la gran revolución militar del renacimiento. Los españoles utilizaron cañones, causando gran sorpresa y espanto en sus adversarios. En España era normal llevar cañones en los buques desde finales de la Edad Media, pero la artillería de un barco no formaba parte integrante del mismo. Se situaba a bordo para un viaje específico y se retiraba cuando la nave llegaba a puerto.
En el Siglo XIV ya estaba generalizado el uso de piezas de artillería, tanto a bordo de los buques de guerra como de mercantes, que tenían incluso su propio reglamento en lo que se refería al armamento necesario de defensa.
A partir del Siglo XIV el cañón se convirtió en el arma de mayor uso a bordo de los buques. Los primeros estaban hechos de barras de hierro forjadas juntas y unidas por medio de zunchos metálicos. Eran normalmente de carga por la recámara y estaban montados sobre apoyos de madera, y disparaban bolas redondas de piedra.
El prototipo de las primeras piezas de artillería fue la bombarda o lombarda, nombre dado por los franceses a su primitiva artillería. En España se la denominó durante bastante tiempo como “trueno”.
En principio, la cantidad de pólvora a poner en la recámara, se hacía a voluntad del bombardero, el cual se regía por el conocimiento que tenía tanto de la pólvora que empleaba, como de la fuerza y práctica del tiro. Posteriormente, ya a mediados del Siglo XV. se dio una regla empírica que consistía en llenar con pólvora los 3/5 del volumen de la recámara, otro 1/5 como espacio libre que sirviese para moderar la combustión, y el otro 1/5 también libre para la introducción del disco de madera. El alcance teórico de estas bombardas era de unos 1200 metros, y el eficaz puede suponerse entre los 250 y los 400 metros.
A mediados del siglo XV se fundió el primer cañón en un solo bloque. Este se cargaba por la boca, iniciándose la artillería de avancarga que perduró hasta mediados del siglo XIX.
Durante todo el Siglo XV y el Siglo XVI existió una gran variedad de bombardas que tomaron distintas denominaciones, según sus características. Así, las bombardas más cortas (2 a 2,5 calibres) y de gran calibre (300 a 500 milímetros) empleadas para el tiro curvo contra plazas fuertes se llaman bombardas trabuqueras, morteros o pedreros; el pasavolante, pieza de uso frecuente en la Armada, era una bombarda de mediano calibre (150 a 200 milímetros), pero de gran longitud dc 15 a 30 calibres; a partir de esta longitud, tomaban el nombre de cerbatanas.
En esta imagen podemos ver el montaje casi a proa de dos bombardas en una carabela del siglo XV de unas 100 tn. de desplazamiento.
Otra pieza muy interesante por utilizarse a bordo de los buques es el falconete, pequeña pieza de la antigua artillería usada a partir del Siglo XV. Estaba formada por ocho o diez planchas de hierro reforzadas por manguitos que integraban el tubo, cuyo extremo posterior descansaba sobre su mareo formando la recámara y del que salía la rabera utilizada para facilitar la puntería al asir mejor el arma.
En el siglo XVI existía ya una pieza de artillería especial llamada “Órgano”, que disparaba simultáneamente hasta media docena y más de bolaños pequeños . El Órgano, en cierto modo la ametralladora de antaño, resucitado hoy en la figura de los modernos lanzadores de cohetes, era, como claramente se ve en la figura, un conjunto de varios cañones pequeños fundidos en un solo bloque a los que se daba fuego simultáneamente.
En el Siglo XVI, la industria de fabricación de cañones en España, ya tenía una antigüedad de varias centurias.
A contar del siglo XVI su empleo se masificó en las armadas europeas y turcas. Así la artillería, por su mayor eficiencia, fue reemplazando a las armas de fuego portátiles.
Inicialmente la artillería naval era igual que la de tierra, usándose los mismos tipos: bombardas, falconetes, pedreros, etc. situación que persistió hasta el siglo XVI, donde ya aparece el cañón naval claramente diferenciado del usado en tierra, sobre todo en el montaje de las cureñas. Como todavía no había mecanismos para hacer debidamente las ánimas, los constructores de cañones producían artillería con tubos excéntricos, y una holgura que tenía en cuenta que una bala de cañón podía no entrar bien en el tubo. En consecuencia la artillería era imprecisa y no era probable que diera en el blanco más allá de un corto alcance.
Los que pedreros y falconetes también llamados cañones de borda giratorios, reunían como característica principal su poco peso, en relación con el proyectil que podían disparar. Esta liviandad se conseguía gracias al reducido espesor de los metales y permitir su montaje en horquillas sobre borda o falca de buques y embarcaciones menores. La relativa debilidad resultante del poco espesor de sus paredes se compensaba con una carga impulsiva igual a solo un noveno del peso de la bala, en vez de un tercio o un medio como usaban los verdaderos cañones montados en cureñas.
El calibre de los pedreros variaba generalmente entre una y media libra y se cargaban por la boca. Sin embargo los pedreros Españoles eran de a dos y tres libras.
En 1787 Rovira daba los planos de dichos pedreros que eran de retrocarga y simultáneamente proponía su reemplazo por los largos que había inventado en 1783.
Si comparamos los planos de un antiguo falconete del Espasa con los planos del pedrero de Rovira de a 3 libras resulta difícil establecer una diferencia entre ellos. Como vemos pedreros y falconetes se cargaban por la culata, se montaba sobre horquillas y tenían un largo semejante, doce calibres el primero y catorce el segundo la diferencia notable entre ambos era el calibre de media libra para el pedrero y tres libras para el falconete.
En el Siglo XVI aparece ya la artillería de bronce o hierro colado, que recibía muchas denominaciones según el peso del proyectil (expresado en libras) y su longitud (medida en calibres). Así aparecen los basiliscos y serpentines, como artillería de sitio, que disparaban bolaños de hasta l00 libras; las culebrinas, que disparaban bolaños de 18 a 40 libras; las medias culebrinas, cuyos bolaños pesaban de 8 a 18 libras, y los sacres para bolaños de 5 a 8 libras, y que equivalían a un cuarto de culebrina.
En lo que se refiere a los serpentines, eran semejantes a los cañones de mano pero de construcción más precisa, y fueron utilizados hasta el primer cuarto del Siglo XVI. Se diferenciaban esencialmente de estos en la unión del cañón con la recámara, que verificándose a rosca quedaba como formando una sola pieza de más ligereza y seguridad.
El verso, era una pieza de calibre reducido y con gran aumento de la longitud de su caña. Los sacabuches, eran piezas ligeras de bronce con un suplemento en la culata, que serviría posiblemente para sujetarlas a una especie de rabera de madera destinada a darles dirección. El calibre de los sacabuches se calcula que variaba entre 2 y 6 centímetros, su longitud era proporcionalmente muy grande, y pueden considerarse como los precursores del armamento portátil de hoy.
Aunque menos conocida, existió otra pieza de este tipo de artillería denominada cerbatana de fuego, de unos 22 milímetros de calibre y de 25 a 40 calibres de longitud. Parece que su utilización comenzó en el Siglo XV, ya que existen noticias de haber sido fabricado cerbatanas en 1438. Se utilizó hasta principios del Siglo XVI. Es una pieza que se podía utilizar tanto en campaña como para la defensa de plazas, construyéndose después de dos clases o tamaños: las más grandes pasaron a formar parte más tarde de las piezas de artillería ligera, y las pequeñas se convirtieron en artillería menuda evolucionando hacia el arcabuz.
El mosquete o mosquetón, conseguido gracias a los adelantos de la industria, que permitieron forjar de una sola pieza de hierro el cañón y la recámara, resultando mucho más ligero, más largo, y de más efecto, siendo su tiro de hasta 300 metros. Como los mosquetes no eran bastante manejables para servirse de ellos sin más auxilio que las manos, se portaba una horquilla que apoyada en tierra ayudaba a sostener el arma cuando se hacía fuego. El mosquete fue introducido por Carlos I en 1521, y en esta época la Infantería constaba de dos tercios de arcabuceros o mosqueteros y el resto de piqueros.