La artillería naval es el conjunto de armas de guerra de un buque pensadas para disparar a largas distancias empleando una carga explosiva impulsora.

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COMBATES NAVALES DE CAVITE Y SANTIAGO DE CUBA:

La batalla naval que enfrentó el 1 de Mayo de 1898 en la bahía de Manila a las flotas estadounidense y española  estaba ya decidida de antemano. La visión más divulgada cree que los barcos españoles eran anticuados navíos de madera, cuyos cañones apenas alcanzaban a los, por otra parte, casi invulnerables acorazados americanos.

La batalla naval de Santiago de Cuba tuvo lugar el 3 de julio de 1898 a la salida de la bahía de Santiago de Cuba. Cervera, convencido de su inferioridad, decidió salir a primeras horas de ese día, navegando hacia el oeste y pegado a la costa para salvar el mayor número de vidas posibles. La decisión del almirante de partir para el combate con luz diurna se fundamentó en su preocupación por la seguridad de sus barcos,  una salida nocturna o en un día de mal tiempo hubiese evitado la destrucción total de la flota. Además, la estrechez del canal de salida del puerto obligó a los barcos a navegar uno tras otro.

La guerra hispano-americana ofrece verdaderas dificultades para la crítica, porque le faltan los grandes hechos.

En ella sobresalen, los combates navales de Santiago de Cuba y Manila, los combates terrestres del Caney y Lomas de San Juan y la defensa de la boca de las bahías de Santiago de Cuba y Puerto Rico, y en otro orden, la realización del bloqueo en gran escala y el valor de las obras de defensa del puerto de la Habana, hay que tomar por base el primero de dichos combates, el de la escuadra americana con la escuadra de Cervera, para poder sacar alguna consecuencia que se relacione con el papel que jugaron los barcos y los cañones.

La capacidad de nuestros buques suman 28.600 toneladas, en tanto que los americanos, aun haciendo omisión de los tres barcos mercantes armados en guerra, Gloticester, Resolute y Wiseit, alcanzan las 36.741 toneladas. El diagrama del combate naval de Santiago de Cuba, de origen americano, y que indudablemente tiende a pintar las cosas en forma tal, que resalte su triunfo, concuerda del mismo modo con esa afirmación de superioridad material abrumadora, pues en él se ve que en los distintos períodos de la lucha, cada barco nuestro, tuvo, por lo menos, que sufrir el fuego de tres de los contrarios más poderosos.

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El parte del Almirante Sampson, en The Army and Navy Journal, de fecha 30 Julio de 1.898 “que los americanos, al salir de Santiago de Cuba la escuadra española, rompieron sobre ella un fuego muy rápido, ensalzando la faena del Gloucester, por su tiro de gran intensidad sobre el Plutón y el Furor, que sembraba en ellos la muerte”. Dice, que “el María Teresa y el Oquendo, fueron incendiados por las granadas americanas a los 15 minutos del combate. También el Vizcaya ardía con furia. El fuego de las baterías secundarias de tiro rápido de los acorazados, fué muy destructor.

El examen de los buques encallados, demuestra, que, especialmente el Oquendo, sufrió de manera terrible sus efectos: los costados estaban acribillados y en la cubierta se veían los carbonizados restos de los que sucumbieron”. El Cristóbal Colón, añade Sampson, no se rindió hasta que recibió una granada de 13 pulgadas disparada por el Oregon.

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Crucero acorazado «Cristobal Colón»

El Capitán del Indiana H. C. Taylor, dice: “Una de nuestras granadas de 13 pulgadas (33 centímetros), se vio entrar y estallar en el María Teresa. Pronto se notó el efecto, sobre los destroyers, de nuestros proyectiles de 6 pulgadas (15 cm.) y de 6 libras (57 mm.), y el de los cañones de grueso calibre, sobre el Vizcaya, a gran distancia. Durante el combate, no utilizamos las granadas perforantes, excepto las de 6 pulgadas (15 cm.) de pólvora sin humo, y está demostrado el buen efecto de las granadas ordinarias, por los incendios a bordo y el poco tiempo empleado en inutilizar los barcos”.

El Capitán Clark del Oregón dice “que el Colón estaba libre y parecía que iba a escapar, pero cuando rompió el fuego con los cañones de la torre de proa, secundado por el Brooklyn, empezó a derivar”.

El Almirante Dewey se expresa así acerca del combate en la bahía de Manila en The Army and Navy Journal, de 18 Junio de 1.898. “Mis barcos sostuvieron fuego continuado y preciso entre 5.000 y 2.000 yardas, que fueron las distancias límites a que se mantuvieron, por medio de una serie de marchas en líneas paralelas sensiblemente a la que ocupaba la escuadra española. El fuego del enemigo era vigoroso, más en general poco eficaz. En los comienzos del combate se dirigieron al Olimpia (buque insignia) dos lanchas, con la intención aparente de ponernos torpedos: una de ellas fué echada a pique enseguida, y la otra, inutilizada por nuestros disparos, embarrancó antes de que pudiera conseguir su objeto.

A las 7 de la mañana, el buque Almirante español Reina Cristina, hizo una tentativa desesperada para destacarse de la línea y combatirnos a corta distancia, pero concentrando sobre él todas las baterías del Olimpia, fue recibido con un fuego tan vivo, que apenas le dio tiempo para volver al abrigo de la costa; el incendio producido por nuestras granadas, hizo presa en él con gran rapidez, siendo inútiles cuantos esfuerzos hicieron para extinguirlo hasta que se sumergió”.

Todos esos textos oficiales, coinciden al ensalzar las excelencias del cañón de tiro rápido, en tanto que son parcos en elogios al gran calibre. De ahí, que no sea extraño, que la opinión en los Estados Unidos, formada a expensas de lo mucho que allí se escribe y se lee, se haya declarado unánime, contra los cañones de 305 y 330 mm., prefiriendo a ellos los de 24 y 25 cm. con la condición de que sean de tiro semi rápido, o lo que es lo mismo, de carga rápida, considerando, sin duda, que la principal enseñanza que se deduce del combate de Santiago de Cuba, está vinculada en la incontrastable ventaja del tiro acelerado ó rápido.

BOLETÍN DEL CONDESTABLE MAYO DE 1.899 Y REPRODUCIDO EN 1.932 (NÚMERO EXTRAORDINARIO).

Triste derroche de heroísmo espléndido.

Evidenciado queda que en aguas de Santiago de Cuba, hubo el luctuoso día 3 de julio de 1898, un espléndido derroche de heroísmo por todos y cada uno de los tripulantes de nuestros incendiados cuatro cruceros y dos destroyers, con el único fin de dejar incólume la honra de la Marina y de la Patria y evidenciar una vez más el valor legendario con que la universal historia nos honra.

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Destrucción de la flota del almirante Cervera en la batalla naval de Santiago de Cuba, 3 de julio de 1898, cromolitografía por Xanthus Russell Smith (1839-1929) publicada por J. Hoover & Sons.

Decíamos que las dotaciones de nuestros buques fueron convencidísimas al sacrificio, y nada más cierto, pues desde su salida de Cabo Verde ya lo preveían y después tiempo sobrado tuvieron para conocer el poderío de los colosos que de día y noche nos acechaban, cerrándoles completamente el paso en Santiago. Llegaron a saber que la protección de los buques enemigos, grandes moles de acero de 12.000 toneladas, nos eran inexpugnables y su poder ofensivo infinitamente mayor que el nuestro; que el personal en aquellos estaba a cubierto de un blindaje de torre de acero de 40 centímetros de espesor por otro igual de costado, mientras que los nuestros solo podían ampararse de un mantelete de 3 centímetros de espesor y de efecto únicamente moral, antes de saberse que los cañones medianos de los contrarios atraviesan a una distancia de 200 metros, planchas de acero de 30 centímetros  templado al aceite, provistos de precisos aparatos de puntería, con sólidos y sencillos de cierre, y mecanismos de fuego a disposición del apuntador.

Con todas esas ventajas, más la tranquilidad de que su vida estaba asegurada por inmensa mole de acero que la defendía, no llegaron a conseguir en sus disparos ni un tres por ciento de blancos; ni con el fuego diario sobre Socapa, apagar el de dos piezas de mediano calibre y deficientísima instalación, teníamos allí para la defensa del puerto; mientras que con los que les opusimos de 14 centímetros de muy incierta puntería y complicado servicio, consiguieron nuestros artilleros hasta el quince por ciento de blancos; pero sus proyectiles solo atraviesan el mismo espesor de plancha de hierro y no a 200 metros, si no a la boca de la pieza, por lo que resultó completamente nulo el sacrificio de los nuestros, que sin protección del servicio de municiones ni de ningún otro más que el de la de flotación, rodeados de materias muy combustibles, sin haber adoptado el proyectil incendiario, porque a nuestras conciencias repugnan sus destructores efectos, y de que el enemigo ha hecho tan inhumano alarde, hacía abrigar el convencimiento de lo que forzosamente había de suceder y desgraciadamente sucedió: que  a medida que nuestros barcos iban asomando a la boca del puerto, eran incendiados.

Surgieron tantos héroes como hombres los tripulaban, todos en los puestos de más peligro multiplicándose para suplir las faltas de los que quedaban fuera de combate, esperaron con arrogancia la muerte, dando gustosos la vida para salvar la honra de su Patria, que se les hizo ver necesitaba de tal sacrificio.

El rápido incendio que se produjo en nuestros buques, dificultó mucho el servicio de la artillería y muy especialmente el de su abastecimiento de municiones; las dotaciones de las piezas que aún podían funcionar, quedaron fuera de combate más de una vez e instantáneamente fueron reemplazadas, y donde quiera que el personal de marinería para ellas escaseaba, allí se encontraba el de Condestables y Artilleros que con sus actos de heroísmo ha dejado escrita una gloriosa página en la brillante historia de tan benemérito cuerpo; dignísimo por todos conceptos de mejor suerte, cuyo cambio no creemos se haga esperar mucho, pues afortunadamente rige los destinos de la Marina un General que conoce sus necesidades y aptitudes, y los Generales, Jefes y Oficiales que han presenciado su heroico comportamiento en la triste jornada de Santiago, estamos seguros que no olvidarán jamás que de este Cuerpo fue un Francisco Zaragoza, que en el “Vizcaya”, por su muerte heroica, mereció del digno Comandante le otorgara para mortaja la bandera de combate que en su desesperada agonía pidió, vitoreando locamente a la Patria y alentando a todos al combate.

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Tercer Condestable D. Francisco Zaragoza Such

Al mismo Cuerpo pertenece un Orjales Pita que con su heroísmo sin límites, salvo de muerte segura a ese mismo Comandante y gran número de individuos de la dotación, cogiendo en la cubierta del buque antes que produjeran los destructores efectos para que enviaran, una tras otra, dos granadas del enemigo y arrojarlas al agua donde al caer explotaron. En recompensa instantánea y sublime, obtuvo la honra de ser abrazado por su Comandante y vitoreado en medio del combate, siéndolo más tarde por el Almirante.

Al mismo Cuerpo y buque perteneció José Vila Cobas, que con las piernas deshechas por una granada, murió dando vivas a España y llamando cobardes e infames a los enemigos. Con el encontraron honrosa muerte conquistando laureles para su Cuerpo, seis compañeros más.

En el “Oquendo”, con su Primer Condestable, mueren ocho más, que también en este buque dejó la Providencia con vida a algunos, ¡bien pocos de sus tripulantes!, para que pudieran ensalzar su afán de multiplicarse y acudir a los sitios de más peligro, alentando con su ejemplo, o mejor dicho, pretendiendo alentar a los sirvientes de las piezas, pues su loco desvarío por destrozar al enemigo, les impedía seguramente ver que la dotación toda estaba reducida a un montón de desechos cadáveres que llenaban la cubierta y batería. Sábese por los pocos supervivientes, que no uno, sino la mayoría de los Condestables que del primer disparo recibido del enemigo, no fueron destrozados y si solo heridos, curados unos y sin curar otros, continuaron en sus puestos hasta ser destrozados; y para que este hecho quedase bien sentado, el Tercer Condestable Don Alfredo del Ojo, obligado a ir a la enfermería, escapó instantáneamente y con un cañón de 57 que ve desalojado, hace fuego él solo sin cesar, hasta que sobre él encuentra la muerte.

Su compañero Manuel Martín Zabala es herido gravemente en el brazo izquierdo, y con tranquilidad pasmosa, solicita una compresa que sobre la empuñadura del sable lleva el 2º Comandante, Capitán de Fragata Don Víctor de Sola, quien al observar el brazo mutilado, trata de conducirlo a la enfermería, y en el camino una traicionera granada, que no respeta acción tan noble y caritativa, corta instantáneamente aquellas dos vidas y cae Zabala abrazado a su Jefe, demostrando en la caída su agradecimiento al que quiso salvarle de la muerte.

El triste heroico fin de otros, hasta horror causa el relatarlo, por lo que limitaremos a decir que en el “Teresa”, perdieron la existencia seis Condestables más, completamente destrozados. En el “Plutón”, perece un honorario. El valeroso Segundo Condestable Don Rosendo Escrigas, después de cumplir como bueno en el “Mercedes” y la Socapa, gravemente herido en las trincheras, es conducido al hospital donde falleció a los dos días.

Al siguiente de pisar la ingrata tierra norteamericana, entrega su alma al Todopoderoso el Tercer Condestable Don Manuel Rodríguez Barrios, único de su clase que quedó ileso en la cubierta del “Oquendo”, haciendo fuego incesante y precipitado con un cañón de 57 mm. Se salvó a nado, y en la playa le esperaban los asesinos insurrectos a quienes compra la vida a cambio de un anillo y apretador, únicas prendas que en la mano pudo salvar. ¡Pobre Manolo, que herida tan profunda me causó tu muerte! (Tiene dedicada una calle en el interior de la Escuela de Suboficiales de la Armada). De su igual clase Don José Lago Gil, gravemente herido, pudo con penalidades sin cuento llegar a Santiago, viene a España con los primeros repatriados, y al abrazar a la familia, sus débiles fuerzas no pueden resistir emoción tan fuerte y pierde la existencia.

En el “Colón”, demostrando al mundo entero lo que vale una completa coraza de más o menos espesor y la razón del porqué el casi ningún daño que les hemos causado a los barcos enemigos, no se produjo ninguna baja en el personal de Condestables y si solo unos cuantos heridos leves. De los que lograron sobrevivir a tamaña catástrofe conocemos los relatos hechos muy meritoriamente. Entre ellos hay quien en una batería suplió la falta de muchos descendiendo a funciones, no de su clase, pero sí de la necesidad, y quien al indicarle que refrescara la pieza por el mucho fuego que había hecho, contestó: MIENTRAS SE REFRESCA PIERDO UNA PORCIÓN DE DISPAROS, y continuó haciendo fuego; el Segundo Condestable Don José Suárez Pérez, en el destroyer “Plutón”, después de partido éste en dos y abandonado por la imposibilidad de sostenerse en sus dos mitades, continuó solo haciendo fuego mientras tuvo a mano municiones que consumir.

El Cuerpo de Condestables, también llorar debe y seguro que llorará a sus queridos compañeros; pero les queda el recuerdo orgulloso e imperecedero de que los finados conservamos en alta estima lo que constituye su principal lema: LA VIRTUD MILITAR, por lo que todos y cada uno de los que aquí quedan pedirán al Todopoderoso, paz y descanso para sus almas un lugar tan preferente en el cielo, como en la tierra han dejado conquistado.

HEROES Y MARTIRES:

Condestables muertos y heridos más o menos graves, en los combates navales de Cavite y Santiago de Cuba, en los días 1º de Mayo y 3 de julio del año 1.898.

EN EL DE CAVITE.-

MUERTOS:

  • Primer Condestable           D. Mateo Durán y Bornás.
  • Tercer Condestable            D. José Alonso Pérez.
  • Tercer Condestable            D. José Lorenzo Rey.

HERIDOS:

  • Primer Condestable           D. José García Domínguez.
  • Segundo Condestable        D. Antonio Revert Migues.
  • Tercer Condestable            D. Juan Lamadrid Rueda.
  • Tercer Condestable            D. José López Marín.
  • Tercer Condestable            D. Joaquín Ventura Amuden.
  • Tercer Condestable            D. Salvador Hermida Rodríguez.
  • Tercer Condestable            D. José López Lafuente.
  • Tercer Condestable            D. Manuel Fernández Campos.
  • Tercer Condestable            D. Domingo Freijomil Gomez.

EN EL DE SANTIAGO DE CUBA.-

MUERTOS:

  • Primer Condestable            D. Cristóbal Aguilar Jiménez.
  • Segundo Condestable         D. José García Solano.
  • Segundo Condestable         D. Luis Salvatella Baeza.
  • Segundo Condestable         D. Rosendo Escrigas Marcos.
  • Tercer Condestable             D. Antonio Alba Jimenez.
  • Tercer Condestable             D. Abelardo Rivas Lago.
  • Tercer Condestable             D. José López Campos.
  • Tercer Condestable             D. Francisco García Pueyo.
  • Tercer Condestable             D. José Lago Gil.
  • Tercer Condestable             D. Juan Espiñeira Martínez.
  • Tercer Condestable             D. José Vila Cobas.
  • Tercer Condestable             D. Ramón Rodríguez Larrañaga.
  • Tercer Condestable             D. Manuel Martín Zabala.
  • Tercer Condestable             D. Francisco Vicencio Sanchez.
  • Tercer Condestable             D. Alfredo del Ojo Corral.
  • Tercer Condestable             D. José Martín Vendrell.
  • Tercer Condestable             D. Francisco Zaragoza Such.
  • Tercer Condestable             D. Cipriano Grela Pallarés.
  • Tercer Condestable             D. Francisco Martínez Cánovas.
  • Tercer Condestable             D. Alfredo Somoza Valiente.
  • Tercer Condestable             D. Manuel Rodríguez Barrios.
  • Tercer Condestable             D. José Arnosa Lamas.
  • Tercer Condestable             D. José Aldao Corbeira.
  • Tercer Condestable             D. Damián Cerdán Conesa.
  • Tercer Condestable             D. Pedro Nondedeu.
  • Tercer Condestable             D. José Hernández Cayudo.

HERIDOS:

  • Primer Condestable            D. Juan Marroig Mesquida.
  • Segundo Condestable         D. Luis López Zuazua.
  • Segundo Condestable         D. Juan Rosas Alcón.
  • Segundo Condestable         D. José Suárez Pérez.
  • Segundo Condestable         D. Santos Paredes Campos.
  • Tercer Condestable             D. Rafael Garcia Morales.
  • Tercer Condestable             D. Florencio López Viñas.
  • Tercer Condestable             D. Antonio Serrano Facio.
  • Tercer Condestable             D. Francisco Fuentes Serantes.
  • Tercer Condestable             D. Juan Perez Hidalgo.
  • Tercer Condestable             D. Antonio Tinoco Sánchez.
  • Tercer Condestable             D. José Pérez Romero.
  • Tercer Condestable             D. Juan Serra Bonet.

En el reducido personal de Condestables que tripulaban nuestros buques, resultaron pues 29 muertos y 22 heridos, de estos algunos inútiles para siempre. En Cavite, ni uno solo resultó ileso y en Santiago, solo los que tuvieron la suerte de pertenecer al crucero “Colón”

¡51 Condestables fuera de combate!

Triste consecuencia de oponer tan solo pechos de valientes a potente y numerosa artillería, servida a cubierto de inexpugnables corazas. Honor y gloria eterna para los que han sabido morir como buenos y que el Dios de las justicias haya premiado a todos y cada uno de ellos, eligiendo un descanso para sus almas en lugar tan preferente en el Cielo, como por sus gloriosa muerte lo han dejado conquistado en la historia Patria, y en la página dolorosa y sublime añadida a la brillantísima del Cuerpo, en el que aprendieron a tener en alta estima, lo que siempre fue, ha sido y será su principal lema: LA VIRTUD MILITAR.

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