La artillería naval es el conjunto de armas de guerra de un buque pensadas para disparar a largas distancias empleando una carga explosiva impulsora.

ARTILLERÍA NAVAL DEL SIGLO XX

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Hontoria1

COMIENZOS DE SIGLO HASTA COMIENZOS DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA.

A comienzos de siglo XX, la debilitada España, tras el desastre que siguió a las pérdidas coloniales en la guerra hispano-estadounidense de 1898, sumió al país en una honda crisis que afectó a toda la sociedad española y sobre todo a las Fuerzas Armadas y, concretamente, a la Marina, se puede decir que desapareció y  a la que se achacaba el fracaso de la guerra.

El régimen de la Restauración se vio muy afectado por la guerra de Cuba,  y por la pérdida de la Flota de las colonias. Por lo se inician movimientos regeneracionistas, con grandes aspiraciones y con la mira puesta en un cambio que permitiera España recuperar la confianza en sí misma, y restaurar su posición internacional, que habría de acometerse en todos los órdenes, desde el político al social, pasando por el económico, industrial e intelectual.

Esta situación no cambió en lo sustancial, a lo largo de las primeras décadas del siglo XX, España seguía siendo un país agrario, que no podía competir con otros países en un aspecto global de desarrollo económico, industrial y tecnológico como es el de los buques y las armas navales. También existía la urgente necesidad de contar con una escuadra que le diera un mínimo peso en la política internacional y, simultáneamente, asegurara la defensa de sus costas y archipiélagos de su imperio colonial.

Los intentos de resurgimiento en los comienzos del nuevo siglo no darán un resultado positivo. Los presupuestos se discuten, y a la Marina se la mantiene en entredicho. En el año 1903, siendo ministro de Marina Ferrándiz en el primer gobierno Maura, presentó en las Cortes el 25 de enero de 1904, aproximadamente un mes después de su nombramiento, un proyecto de ley sobre reforma en la organización de los servicios de la Armada y programa sobre armamentos navales, que se limitaba a pedir 1,5 millones de pesetas para la adquisición de «un torpedero sumergible de 100 a 110 tm y 13,5 millones para 12 torpederos de 150 tm, junto otras unidades menores.

Según datos extraídos del libro de Fernando de Bordejé, “Vicisitudes de una Política Naval”, se resumen los principales planes navales proyectados entre 1898 y 1908.

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El año 1905 contempló los planes de los ministros Cobián (396 millones, 8 acorazados de 14.000 tm) y Villanueva (400 millones, básicamente el proyecto Cobián). También en este mismo año se produjo la que probablemente fue la más importante transformación en el diseño naval durante toda la época de los buques de guerra dotados de blindaje, la botadura del Dreadnought (acorazado monocalibre).

El año 1906 el ministro Alvarado promulgó un plan de 8,1 millones para construir cañoneros de 800 tm y un buque escuela, este plan tampoco vio la luz.

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José Ferrandiz y Niño.

Los proyectos de reforma naval planteados por sucesivos ministros Cobián, Villanueva, Alvarado y Alba fracasan igualmente. Pero en el momento en que Antonio Maura llegó al poder, el 25 de enero de 1907, uno de los empeños que ya traía era la continuación de los trabajos para la construcción de una nueva escuadra. Para ello vuelve a nombrar ministro de Marina al capitán de navío de primera clase (Contraalmirante actualmente) José Ferrándiz y Niño, que ya había ocupado el cargo en el gobierno de 1903-1904. Consiguen la aprobación de la Ley de Organizaciones Marítimas y Armamentos Navales, de 7 de enero de 1908. Siendo su objetivo más ambicioso que la simple construcción de un cierto número de buques de combate, por muy complejos y novedosos tecnológicamente que pudieran ser. La ley tenía varios propósitos:

1.- Obtener las primeras unidades para la flota que se consideraba debía disponer España, sustituyendo la escuadra  y buques perdidos en Cuba y Filipinas y renovando las envejecidas unidades heredadas de la época de la Restauración.

2.- Potenciar la industria nacional, tanto la de construcción naval militar como la auxiliar, dejar sentadas las bases fabriles con que plasmar las construcciones previstas en los sucesivos programas navales.

3.- Plantear reformas profundas en la organización del Ministerio de Marina y en la Armada, en los campos de la organización, la gestión y administración y el personal naval.

El plan se estructuraba en seis partes, tres de ellas dedicadas a los trabajos de mejora a realizar en los arsenales, y las otras tres, a la construcción de buques y a la adquisición de armas y equipamientos. El conjunto de buques de combate y auxiliares contemplados en el plan se distribuía en tres rúbricas distintas, según la tabla siguiente:

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 La ley aprobada, en su parte económica, dedicaba las siguientes cantidades a los distintos asuntos:

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La aplicación práctica de la Ley se realizó aproximadamente tres  meses más tarde, mediante un concurso dirigido lo que en la actualidad denominaríamos “externalización”. Toda la construcción militar que se desarrollara en España se realizaría a través de la sociedad adjudicataria del concurso, lo mismo se puede decir de las obras, modificaciones y modernizaciones de los buques de la Armada. El resultado del concurso se hizo público el 14 de abril de 1909, siendo adjudicataria la Sociedad Española de Construcción Naval (SECN).

La SECN no se centró exclusivamente en la construcción naval  militar. Puso en marcha factorías para suministrar al Ejército piezas de artillería de campaña, antiaérea y de costa, también en asociación con la inglesa Vickers-Amstrong. Para la construcción de artillería disponía de la Factoría de Reinosa y de los Talleres de Artillería de La Carraca.

Casi toda la artillería para la armada  montada por los buques fabricados por la SECN se construyó en sus instalaciones o en empresas españolas ligadas al grupo.

Son excepción las piezas de 305 mm de los acorazados de la clase España y la primera torre del crucero Canarias, todas ellas de construcción inglesa.  Los principales montajes construidos fueron:

  • 203,2 mm/50 cal. Armstrong. Armaban los dos cruceros pesados de la clase Canarias. la primera torre se construyó en el Reino Unido.
  • 152,4 mm/50 cal. Vickers. se montaron en los cruceros de las clases Reina Victoria Eugenia, Blas de lezo y Cervera.
  • 120 mm/45 cal Vickers. Piezas antiaéreas para los cruceros de la clase Canarias.
  • 120 mm/45 cal. Vickers. Dos tipos. Instalados en los destructores de la clase Churruca y los minadores del tipo Marte.
  • 101,6 mm/40 cal. Vickers. Dos tipos. En la batería secundaria de los acorazados de la clase España, en los destructores de la Clase Alsedo y en los cañoneros de la Cánovas del Castillo.
  • 101,6 mm/45 cal. Vickers. Piezas antiaéreas. En los cruceros de la clase Cervera.
  • Cañones Vickers de 76,2 mm 50 calibres.
  • Cañones de desembarco Armstrong de 76,2 mm y 17 calibres. Para los cruceros.
  • Cañones antiaéreos Vickers de 76,2 mm y 45 calibres. Para los destructores de la clase Churruca.
  • Tubos lanzatorpedos para buques de superficie y submarinos, minas submarinas, lanza cargas de profundidad, proyectiles para los buques de la armada, hasta los de calibre 305 mm, reparación de piezas de artillería.

Como consecuencia directa del concurso del contrato firmado con la SECN se construyeron treinta y dos buques  de combate:

EN EL ASTILLERO DE FERROL:

Acorazados: España, Alfonso XIII y Jaime I.

siglo Acorazado-España

La artillería principal de los Acorazados eran ocho cañones Vickers y por Armstrong, de 305 mm. y 50 calibres, montados en cuatro torres dobles, rayado uniforme, una vuelta en treinta calibres, 72 rayas, cierre de tornillo, obturación por galleta plástica. Puntería por anteojos de hasta 21 aumentos, fuego local, 12 disparos por minuto y una dirección de tiro mecánica rudimentaria, pero la primera que tuvimos, sistema ROCORD fabricada por Barr & Stroud por telémetro de coincidencia. Veinte cañones Vickers de 101,6 mm., dos montajes Skoda de 47 mm., dos cañones Vickers antiaéreos de 47 mm. montado en la segunda década , dos cañones de desembarco de 70 mm.,  y 2 ametralladoras de 7 mm. Maxim, siendo esta su artillería original. Durante la Guerra Civil Española en 1937 modificaron su artillería.

EN LA FACTORÍA DE CARTAGENA:

Destructores: Bustamante, Villaamil y Cadarso.

siglo Destructor-Bustamante

Su armamento principal eran cinco cañones Vickers de 57 mm/50 cal., y cuatro tubos lanzatorpedos de 450 mm., en montajes dobles y giratorios.

Cañoneros: Recalde, Laya, Bonifaz y Lauria.

siglo cañonero-Laya

Montaban cuatro cañones Vickers de 76,2 mm/50 cal. fabricados en Placencia de las Armas, y dos ametralladoras de 7 mm Vickers.

Torpederos: Denominados 1 a 22, (Los presupuestos para los dos no construidos se dedicaron a la financiación del destructor Velasco).

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Armamento del Torpedero número 1 (Revista Ibérica)

Iban armados con tres cañones Vickers de 47 mm/50 cal. fabricados en Placencia de las Armas y tres tubos lanzatorpedos (uno sencillo y otro doble) de 450 mm fabricados por la propia SECN.

El 21 de octubre de 1909, Maura presenta su dimisión, y a partir de este momento hasta el comienzo de la I Guerra Mundial, los presidentes de gobierno y ministros de Marina que se sucedan tienen el acierto político de dar continuidad al Programa Ferrándiz, por esta razón se puede hablar de una etapa antes y otra después de Ferrándiz.

Canalejas se convierte en un fiel continuador de la política de Maura y Ferrándiz en Marina, y, en 1911, consigue para el presupuesto del Departamento un incremento del 25% más que en relación con el de 1907. El asesinato de Canalejas, el 12 de noviembre de 1912, frustra un proyecto de construcciones navales que quería ser complementario del de Ferrándiz y que suponía un incremento de la fuerza a flote, obras en los arsenales y bases secundarias. El Plan comprendía la construcción de 3 acorazados, 3 destructores, 6 sumergibles, 9 torpederos y 4 cañoneros.

En octubre de 1913, Eduardo Dato nombra Ministro de Marina a Augusto Miranda, continuando con el plan Ferrándiz. El 7 de mayo de 1914 Miranda presenta a las Cortes una ley de Construcciones Navales, llamado el Primer Plan Miranda de 1914 en el cual se  contempló inicialmente, la construcción de dos acorazados, dos cruceros, un cazatorpederos y tres submarinos, pero Miranda decidió retirarlo antes de su discusión para modificarlo radicalmente en vista del estallido de la Primera Guerra Mundial en agosto de ese año.

El 17 de febrero de 1915, S.M. el rey don Alfonso XIII, sanciona la segunda Ley de Escuadra, llamada “Ley Miranda”, marcando un hito en la historia de la Marina, esta ley sirvió también para el nacimiento del Arma Submarina de la Armada.

Las unidades previstas y autorizadas fueron: 4 cruceros rápidos; 6 destructores; 28 submarinos; 3 cañoneros y 18 guardacostas.

Acorazados Rápidos:  Méndez Núñez, Blas de Lezo, Príncipe Alfonso  y Almirante Cervera.

siglo Acorazados-rapidos

Destructores: Alsedo, Velasco, Lazaga, Churruca, Alcalá Galiano y Sánchez Barcaiztegui.

Destructor_Alsedo

Cañoneros: Cánovas del Castillo, Canalejas, y Dato.

siglo Cañonero-Canovas

Submarinos:  De los 28, se adquirieron 4 (3 a Italia y 1 a Estados Unidos)  y se construyeron 12 .- 6 Clase “B” (B-1 a B-6); 6 Clase “C” (C-1 a C-6).

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Submarino Isaac Peral

El armamento de estos buques, sufrieron muchas modificaciones durante de la Guerra Civil española, donde se describen los cambios realizados.

El incremento de los precios y redefinición de algunos de los buques previstos en el programa de Miranda obligaron al nuevo ministro de Marina José Gómez Acebo, a la ley de 11 de enero de 1922 para asegurar la continuidad de la tarea, así como el Real Decreto de 22 de febrero de 1922, que fijaba los tipos de la segunda pareja de cruceros y del segundo trío de destructores. Con ello se aseguraba el cumplimiento del plan anterior.

La crisis marroquí, que no hacía sino agravar la ya muy tensa  situación política interna, condujo a la dictadura del general Primo de Rivera en 1923.  Siendo Ministro de Marina, el vicealmirante don Honorio Cornejo y Carbajos, en marzo de 1926 propuso un nuevo programa naval que implicaba la construcción de otro crucero, el Cervantes, y un nuevo trío de destructores, todo ello en un plazo de cuatro años y por un coste de 110.380.000 pesetas, que fue aprobado el día 31 de ese mes y año.

Dada la favorable situación de la Hacienda, y con el apoyo personal de Primo de Rivera, el 9 de julio de aquel mismo año se aprobó uno nuevo, que incluía tres grandes cruceros pesados, otros tres destructores, nada menos que doce submarinos tipo C, dos buques tanque y tres guardacostas de 250 toneladas. La cuestión de los cruceros pesados motivó una seria polémica en la Armada, ya que aunque veloces y con potente artillería, tenían una protección muy escasa, de modo que eran vulnerables incluso a piezas de mediano calibre. Así que se tomó la decisión de dejarlos en dos, Canarias y Baleares, por Real Decreto de 16 de mayo de 1928, y destinar la cantidad asignada al tercero a realizar otros seis destructores, pues dos de los destructores Churruca del primer trío habían sido vendidos a la República Argentina.

Cruceros:  Miguel de Cervantes, Canarias y Baleares.

El  Crucero Canarias a la finalizacion del Armado:

8 cañones SECN de 203 mm, 8 cañones Vickers BL 4,7″/45 de 120 mm, 3 ametralladoras Flak de 20 mm y 12 tubos lanzatorpedos de 533,4 mm.

siglo crucero-canarias

Crucero Canarias

El Crucero Baleares tuvo modificaciones en su artillería pero en el verano de 1937 portaba:

8 cañones SECN de 203 mm, una copia del cañon inglés Vickers BL 8″ Mk VIII, 4 cañones Vickers BL 4,7″/45 de 120 mm. 4 cañones 8,8 cm SKC/30 en montaje MPLC/30, 3 ametralladoras C/30 de 20 mm, 12 tubos lanzatorpedos de 533,4 mm y Directores de tiro: EWA y Predictores: AM-17.

Destructores Clase Churruca.- Primera Serie y el Segundo Pedido de esta misma fase: José Luis Díez, Almirante Ferrándiz y Lepanto, Churruca, Alcalá Galiano y Almirante Valdés.

Su artillería tuvieron varias modificaciones  durante la Guerra Civil, la original fue:  5 cañones Vickers BL 4.7″/45 cal de 120/45 mm modelo D, 1 cañon Vickers QF 3″ 20 cwt de 76,2 mm AA, 4 ametralladoras Vickers-Maxim modelo 1906 de 7×57 mm, 2 montajes triples de torpedos Whitehead W-533 de 533,4 mm, 2 lanzacargas de profundidad Vickers.

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Segunda Serie: Almirante Antequera, Almirante Miranda, Císcar, Escaño, Gravina, Jorge Juan y Ulloa.

En esta segunda serie a lo largo de su existencia aun  sufrieron más modificaciones en su artilleria que los de la primera.

Almirante Antequera: En julio de 1936.– 5 cañones Vickers BL 4.7″/45 cal de 120/45 mm modelo F;  1 cañones Vickers QF 3″ 20 cwt de 76 mm AA; 4 ametralladoras Vickers Mk II de 7×57 mm Mauser; 2 montajes triples de torpedos Whitehead W-533 de 533,4 mm;  2 lanzacargas de profundidad Vickers.

Almirante Miranda: En el otoño de 1936.– 3 cañones Vickers BL 4.7″/45 cal de 120/45 mm modelo D; 1 cañon Vickers BL 4.7″/45 cal de 120/45 mm modelo F; 1 cañon Vickers BL 4″ Mk VII/50 cal modelo E de 101,6/50 mm; 1 cañon Vickers QF 3″ 20 cwt de 76,2/45 mm AA; 1 ametralladora Hotchkiss de 13,2 mm; 2 montajes triples de torpedos Whitehead W-533 de 533,4 mm; 2 lanzacargas de profundidad Vickers.

Císcar: En el otoño de 1936.- 4 cañones Vickers BL 4.7″/45 cal de 120/45 mm modelo D; 1 cañon Vickers QF 3″ 20 cwt de 76,2/45 mm AA; 2 montajes triples de torpedos Whitehead W-533 de 533,4 mm; 2 lanzacargas de profundidad Vickers.

Escaño: En el otoño de 1936.- 4 cañones Vickers BL 4.7″/45 cal de 120/45 mm modelo D; 1 cañon Vickers QF 3″ 20 cwt de 76,2/45 mm AA; 1 ametralladora Hotchkiss de 13,2 mm; 2 montajes triples de torpedos Whitehead W-533 de 533,4 mm; 2 lanzacargas de profundidad Vickers.

Gravina: En el otoño de 1936.- 5 cañones Vickers BL 4″ Mk VII/50 cal modelo E de 101,6/50 mm; 1 cañon Vickers QF 3″ 20 cwt de 76,2/45 mm AA

Jorge Juan: En julio de 1938.- 4 cañones Vickers BL 4.7″/45 cal de 120/45 mm modelo F; 1 cañon Vickers QF 3″ 20 cwt de 76,2/45 mm AA; 1 ametralladora Hotchkiss de 13,2 mm; 2 montajes triples de torpedos Whitehead W-533 de 533,4 mm; 2 lanzacargas de profundidad Vickers.

Ulloa: En julio de 1938.- 4 cañones Vickers BL 4.7″/45 cal de 120/45 mm modelo F; 1 cañones Vickers QF 3″ 20 cwt de 76,2/45 mm AA; 1 ametralladora Hotchkiss de 25 mm; 2 montajes triples de torpedos Whitehead W-533 de 533,4 mm; 2 lanzacargas de profundidad Vickers.

Tras el golpe de estado de Primo de Rivera y la desintegración del régimen monárquico de S. M. Don Alfonso XIII en España vino a unirse la crisis económica mundial de 1929, agravándose, con el conocido resultado de la proclamación de la II República el 14 de julio de 1931. Durante la segunda república, se continúan las construcciones en curso, pero no se encargan nuevas, ya que los planes navales republicanos no fueron muy ambiciosos.

Siendo Ministro de Marina  el  farmacéutico José Giral Pereira, el plan de construcciones navales de Giral, de 30 de agosto de 1932, se basaba solo en la construcción del futuro submarino D-1, designandose este proyecto Sigma II, y  autorizandose en septiembre de 1932. Plan  reducido a la construcción , para el que se presupuestaron 17.402.000 pesetas, que solo pudo ser terminado tras la Guerra Civil. También se encargaron dos aljibes de 800 toneladas.

Siendo ministro de Marina durante la Segunda República Juan José Rocha García, se crea el  Plan de Rocha García, de 19 de enero de 1934, convertido en Ley el 27 de marzo de ese año, que incluía dos minadores (Júpiter y Vulcano) por 32 millones de pesetas, dos nuevos submarinos D por 34.800.000, un planero, el Malaspina de 6.700.000, y 2.160 minas y 325 torpedos, aunque las primeras quedaron en 455, y la compra a la CAMPSA del petrolero Plutón.

El Armamento inicial  del  Minador Júpiter fue: 4 cañones Krupp de 10,5 cm L/45 en montaje C/30; Directores de tiro EWA y Predictores: AM-17.

El Armamento inicial  del  Minador Vulcano fue: 4 cañones Vickers de 120/45 mm modelo F; 2 cañones de 8,8 cm SKC/30 en montaje MPLC/13; 3 ametralladoras C/30 de 20 mm; Lanzador de minas (Vickers-Elia-H-16-A, Vickers H-5, EME, “Carbonit”, EMC II, EMD, Vickers H-2 y Motala); Directores de tiro EWA y Predictores: AM-17.

El Plan de construcciones  Royo Villanova, por Ley de 16 de julio de 1935, que autorizaba la construcción de otros dos minadores, (Marte y Neptuno), así como diversas partidas de munición.

siglo Marte
Referencia: https://www.balearspotting.com/mcs-clase-descubierta/clase-j%C3%BApiter/

El Armamento inicial  de los Minadores Marte y Neptuno fue: 4 cañones Vickers de 120/45 mm modelo F y Lanzador de minas (Vickers-Elia-H-16-A, Vickers H-5, EME, “Carbonit”, EMC II, EMD, Vickers H-2 y Motala).

El de Salas o Azarola (se les pueden atribuir a cualquiera de los dos) de 11 de enero de 1936, por el que se encargaban dos destructores más, (Álava y Liniers), y dos nuevos cañoneros minadores, (Eolo y Tritón), por 55 millones entre todos, aparte de seis barcazas carboneras y petroleras, así como un remolcador, que sumaban otros 6.300.000 pesetas.

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El Armamento Original de los Destructores Liniers y Álava fue: 4 cañones 120 mm/45;  2 cañones Rheinmetall-Borsig AA 37 mm; 3 cañones AA de 20 mm; 6 tubos lanzatorpedos de 533 mm (2 × 3);  2 morteros; 1 varadero para cargas de profundidad.

Modernizado: 3 cañones 76,2 mm/50 Mk34 DP; 3 cañones 40 mm/70 Bofors AA; 2 canastas Mk 4 para torpedos ASW Mk 32 325 mm; 2 erizos Mk 11 ASW; 8 morteros Mk 6 y 2 varaderos Mk 9 para cargas de profundidad.

El Armamento de los Minadores Eolo y Tritón fue: 4 cañones de 105/43,5 mm; 4 cañones de 37/80 mm AA; 2 morteros; 1 varadero para cargas de profundidad y 70 minas.

siglo Eolo
Referencia: http://www.revistanaval.com/www-alojados/armada/buques2/f20.htm

BIBLIOGRAFÍA:

Antonio de la Vega Blanco: El Plan de Escuadra Maura-Ferrándiz.

Francisco Javier Álvarez Laita: Implicaciones industriales del Plan de Escuadra Maura-Ferrándiz.

Revista de Historia Naval  Año XXXI 2013 Núm. 122;  Retornos Industriales de las inversiones de los Planes de Escuadra.

Agustin Ramon Rodriguez Gonzalez: La Reconstrucción de la Escuadra (Planes Navales Españoles 1898-1920).

Planes Navales Españoles entre 1898 Y 1936: Fallidos, Aprobados y Grado de Cumplimiento.

Miguel Ángel Serrano Monteavaro: Los planes navales de principio de siglo. Aspectos políticos.

Antonio de la Vega: La recuperación naval; Planes de Maura y Ferrándiz.

Armada Española; Proyectos de principios de siglo, Capítulo I; La Marina del siglo XX.

Otras páginas web:

Wikipedia. La enciclopedia libre.

www.todoavante.es

huelvabuenasnoticias.com

envisitadecortesia.com

La Guerra Naval Española (1910-1917) https://sites.google.com/site/buquesgce/http://tecnologia-maritima.blogspot.com.es/2013/08/el-legendario-crucero-canarias-c-21.html

GLORIA A LOS HEROES

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¡¡GLORIA A LOS HÉROES!!

BOLETÍN DEL CONDESTABLE MAYO DE 1.899; REPRODUCIDO EN 1.932 (NÚMERO EXTRAORDINARIO).

Dedicado por el Cuerpo, a perpetuar la memoria de los Condestables muertos por la Patria en los combates navales de Cavite y Santiago de Cuba en los días 1º de mayo y 3 de julio del año 1.898.

A los pocos días de destruida la mal llamada Escuadra de Filipinas, la prensa toda, por los propios enemigos dio a la publicidad artículos apologéticos de la Marina, haciendo de ella calurosa, brillante y justa defensa. De entre ellos, copiamos lo siguiente:

“Conmueve y enorgullece el relato que los mismos enemigos hacen de la Escuadra Española de Filipinas. En casi todos los momentos de la horrible lucha en la sombra de los héroes de Trafalgar debieron vagar por la bahía de Manila”.

El corresponsal yanqui del Daily Telegraphy vencese a tanto valor y a tan alto espíritu de sacrificio y dice: “Ninguna Marina del mundo ha peleado jamás como peleó en ese día la Marina Española”. Para los tripulantes del “Castilla” tiene el corresponsal yanqui palabras de suprema admiración. “No es posible -dice- imaginarse nada semejante”.

Sin esperanzas, inermes, imposibilitados de toda acción ofensiva, inútiles para la defensa todos los recursos empleados, sufrían impasible sus pobres barcos de madera la destructora lluvia de fuego. Sus bombas caían en el fondo del mar, sin alcance ni eficacia posible, las del enemigo iban sobre seguro a dar en el blanco.

Sin embargo, los buques españoles revolvíanse en movimientos de hermosa acometividad; el “Cristina” avanza hacia la férrea mole del “Olimpia”, el “Castilla” destrozado se agita como si el alma de sus tripulaciones fuera superior a la ruina y a la muerte, y el “Ulloa” batalla y acomete, dándose por rendido únicamente cuando el mar traga la despedazada madera, los cañones, los hombres y la bandera no arriada.

GLORIA Cristina
Crucero “Reina Cristina”

¡Página, a un tiempo dolorosa y sublime, esa que han escrito con sangre nuestros marinos!

¡Mísera y negra victoria de la escuadra yanqui!

Ya puede el Capitolio americano ceñir laureles a sus esforzados campeones; la Historia dirá que esos laureles pertenecen a los armadores de sus buques, o a los constructores de sus cañones, no a Dewey ni a sus compañeros, simples guerreros de ventaja. El conocimiento, mediante testimonio interesado, de los sucedido frente a Cavite, debe ser muy consolador para España. En el hermosísimo movimiento del “Cristina” se advierte de que manera querían jugar la vida los marinos de España.

¿Cómo desconocer el peligro inmediato de la aproximación al “Olimpia”? Y el “Cristina” avanza gallardamente como el antiguo gladiador hacia la fiera…

No: el mundo entero lo dirá hoy, no puede ser una victoria honrosa el vencimiento conseguido por la superioridad material de cien poderosos factores contra el valor indefenso. Para que los yanquis demuestren algo se necesita que luchen con nosotros en condiciones de relativa igualdad, no amparados del número y de la calidad en los medios de un combate, librado por ellos a espaldas del honor y hasta con escarnio del derecho de gentes.

Para hacer la guerra marítima, que es completamente distinta de las guerras terrestres, se necesita medir antes las fuerzas navales de los beligerantes: jamás podría el débil vencer al fuerte. En el mar no se juzga la victoria por la decisión del que pelea, sino por las condiciones y el número de buques combatientes.

Un acorazado bien artillado se defenderá con éxito de dos barcos inferiores y los acometerá triunfante, así tripulen éstos los marinos más esforzados e inteligentes del mundo. No es cuestión de fuerza moral; no cabe estrategia, es el poder ofensivo y defensivo de la artillería y de los blindajes el que decide la suerte de los combatientes, dándole inflexiblemente la victoria al que mejor la tiene, y si hay además superioridad de número la obtendrá más rápida, menos costosa y más fatal para el temerario que afronte semejante peligro.

GLORIA Olympia
https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Cavite

El corresponsal del Heraldo de New York que acompañaba a la Escuadra del Comodoro Dewey, al comunicar a su periódico detalles del combate, describió cuadros horribles. “He visto –decía- ocho marinos españoles horriblemente mutilados; uno había perdido la cabeza, otro tenía mutilado el estómago y el vientre.

Un oficial de complexión robusta y de talla hercúlea, estaba destrozado y quemado”. Desde el momento en que esto leímos, abrigamos la sospecha de que la última víctima lo era el muy digno y pundonoroso Primer Condestable Don Mateo Durán y Bornás, y desgraciadamente no nos engañamos.

Del parte oficial de dicho combate, publicado por la prensa, copiamos los siguientes párrafos:

“Al poco tiempo de empezar la acción una granada reventó en el castillo del “Cristina”, dejando fuera de combate a todos los sirvientes de los cuatro cañones de tiro rápido”.

“Una granada de grueso calibre, perforando los guarda-calores, dejó fuera de combate a un Condestable y doce hombres sirvientes de la artillería”.

“Los cañones del costado con que contábamos, sin averías sensibles, continuaban el fuego y un cabo de cañón con un cabo de mar, únicos que quedaban ilesos, iban disparando los que les dejaban cargados la marinería de la maniobra que sustituyó repetidas veces a la artillería, todos ellos fuera de combate”.

“La insuficiencia de los buques que componían mi pequeña Escuadra, falta de personal de todas clases, especialmente de Condestables y artilleros de mar, las triplicadas fuerzas del enemigo y la ninguna protección de la mayor parte de nuestros buques, todo contribuyó a hacer más cruento el sacrificio que hicimos en aras de la Patria”.

La Correspondencia de San Fernando, en su número del 8 de noviembre, dice lo siguiente:

“En el último correo de Manila escribe un Jefe de la Armada a un amigo nuestro, sobre el combate naval de Cavite y muerte del Primer Condestable Don Mateo Durán, expresándose en los términos siguientes: Tuve el gusto, al par que sentimiento, de ser el último que le vio sumergirse totalmente destrozado y carbonizado al lado de su Comandante Sr. Cadarso, al retirarme con los últimos heridos que pude salvar entre aquel mar de proyectiles y fuego en que se convirtió el crucero, momentos antes de sumergirse hasta la cubierta, tal cual hoy se encuentra contra el Morro del Arsenal.

Impuesto del triste fin de este desgraciado amigo, a quien apreciaba bastante por sus especiales condiciones, le diré también que murió como un valiente, hasta el heroísmo; por cuyo motivo se ha formado el expediente o juicio contradictorio para la Cruz de San Fernando, que ya terminado, se remitió a Madrid en julio último, sin que se sepa aún el fallo del Supremo Consejo, que todos esperamos sea favorable”.

Más tarde hemos sabido que ordenado el abandono del buque, por lo imposible de resistirse en él, su Comandante el valeroso Don Luís Cadarso quiso ser el último en dejarlo, y a él estuvo íntimamente unido el Primer Condestable Don Mateo Durán, resistiendo sus exhortaciones para que se salvase, en espera quizás de momento en que poder alejar de las garras de la muerte a su jefe; pero la última granada del inhumano enemigo que cayó en el “Cristina”, cortó en el mismo instante aquellas dos vidas. ¡Seguro que unidas sus almas, volaron a la mansión de los héroes!

GLORIA Cadarso
Capitán de Navío D. Luis Cadarso y Rey

¡Noble y triste contraste! En el crucero “Cristina”, el Primer Condestable Don Mateo Durán, después de pelear como bueno, muere por acompañar en el combate hasta el último instante a su Comandante Sr. Cadarso. A los dos meses, en Santiago de Cuba, el 2º Jefe del “Oquendo”, Don Víctor de Sola, en el momento que procuraba la salvación del Condestable Martín Zabala, gravemente herido, con el muere ambos completamente destrozados.

El hoy Segundo Condestable Juan Lamadrid Rueda, en el “Cristina”, sufre la pérdida de una pierna y dominando el dolor su desmedido afán por contribuir a dejar a salvo la honra de sus amadas Patria y Marina, continúa haciendo fuego con el cañón que cree causar más daño al enemigo, hasta que gravemente herido de la otra, cae sin sentido, que no recobra hasta pasado algunos días. Tan heroico comportamiento ha sido premiado con la Cruz Laureada de San Fernando. Igual condecoración ha obtenido el de su misma clase Manuel Autero Liñán, por sus brillantes servicios en el río Cauto (Cuba).

El 1º Don José García Domínguez, en el “Castilla”, recibe una tras otra, múltiples heridas y quemaduras, que de momento no consiguen alejarlo del cañón que por bajas sirve solo, haciéndole su extremado valor descender a desempeñar cometido de clase muy inferior a la suya. Por ello premiado será, como le dice su ilustre Almirante señor Montojo.

El 2º Antonio Revert, resulta herido en el “Ulloa” después de realizar tales proezas de heroísmo que es admirado por los que tantas llevaron a cabo y por ello propuesto está para una alta recompensa. Como resumen, diremos: que los tres buques que, por su situación y porte sufrieron más en el combate, no llevaban más Condestables que los relacionados entre muertos y heridos, y de los restantes ni uno solo resultó ileso.

¿Es posible la conquista de mayor honra para corporación tan humilde?

Cuando conocido sea lo sucedido, en todos sus detalles, seguro estamos que no habrá ni un solo hombre de recta y sana conciencia que pueda imaginar más cruento sacrificio que el en general consumado por aquel puñado de valientes, en aras de su Patria.

COMBATES DE CAVITE Y SANTIAGO DE CUBA

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COMBATES NAVALES DE CAVITE Y SANTIAGO DE CUBA:

La batalla naval que enfrentó el 1 de Mayo de 1898 en la bahía de Manila a las flotas estadounidense y española  estaba ya decidida de antemano. La visión más divulgada cree que los barcos españoles eran anticuados navíos de madera, cuyos cañones apenas alcanzaban a los, por otra parte, casi invulnerables acorazados americanos.

La batalla naval de Santiago de Cuba tuvo lugar el 3 de julio de 1898 a la salida de la bahía de Santiago de Cuba. Cervera, convencido de su inferioridad, decidió salir a primeras horas de ese día, navegando hacia el oeste y pegado a la costa para salvar el mayor número de vidas posibles. La decisión del almirante de partir para el combate con luz diurna se fundamentó en su preocupación por la seguridad de sus barcos,  una salida nocturna o en un día de mal tiempo hubiese evitado la destrucción total de la flota. Además, la estrechez del canal de salida del puerto obligó a los barcos a navegar uno tras otro.

La guerra hispano-americana ofrece verdaderas dificultades para la crítica, porque le faltan los grandes hechos.

En ella sobresalen, los combates navales de Santiago de Cuba y Manila, los combates terrestres del Caney y Lomas de San Juan y la defensa de la boca de las bahías de Santiago de Cuba y Puerto Rico, y en otro orden, la realización del bloqueo en gran escala y el valor de las obras de defensa del puerto de la Habana, hay que tomar por base el primero de dichos combates, el de la escuadra americana con la escuadra de Cervera, para poder sacar alguna consecuencia que se relacione con el papel que jugaron los barcos y los cañones.

La capacidad de nuestros buques suman 28.600 toneladas, en tanto que los americanos, aun haciendo omisión de los tres barcos mercantes armados en guerra, Gloticester, Resolute y Wiseit, alcanzan las 36.741 toneladas. El diagrama del combate naval de Santiago de Cuba, de origen americano, y que indudablemente tiende a pintar las cosas en forma tal, que resalte su triunfo, concuerda del mismo modo con esa afirmación de superioridad material abrumadora, pues en él se ve que en los distintos períodos de la lucha, cada barco nuestro, tuvo, por lo menos, que sufrir el fuego de tres de los contrarios más poderosos.

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El parte del Almirante Sampson, en The Army and Navy Journal, de fecha 30 Julio de 1.898 “que los americanos, al salir de Santiago de Cuba la escuadra española, rompieron sobre ella un fuego muy rápido, ensalzando la faena del Gloucester, por su tiro de gran intensidad sobre el Plutón y el Furor, que sembraba en ellos la muerte”. Dice, que “el María Teresa y el Oquendo, fueron incendiados por las granadas americanas a los 15 minutos del combate. También el Vizcaya ardía con furia. El fuego de las baterías secundarias de tiro rápido de los acorazados, fué muy destructor.

El examen de los buques encallados, demuestra, que, especialmente el Oquendo, sufrió de manera terrible sus efectos: los costados estaban acribillados y en la cubierta se veían los carbonizados restos de los que sucumbieron”. El Cristóbal Colón, añade Sampson, no se rindió hasta que recibió una granada de 13 pulgadas disparada por el Oregon.

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Crucero acorazado «Cristobal Colón»

El Capitán del Indiana H. C. Taylor, dice: “Una de nuestras granadas de 13 pulgadas (33 centímetros), se vio entrar y estallar en el María Teresa. Pronto se notó el efecto, sobre los destroyers, de nuestros proyectiles de 6 pulgadas (15 cm.) y de 6 libras (57 mm.), y el de los cañones de grueso calibre, sobre el Vizcaya, a gran distancia. Durante el combate, no utilizamos las granadas perforantes, excepto las de 6 pulgadas (15 cm.) de pólvora sin humo, y está demostrado el buen efecto de las granadas ordinarias, por los incendios a bordo y el poco tiempo empleado en inutilizar los barcos”.

El Capitán Clark del Oregón dice “que el Colón estaba libre y parecía que iba a escapar, pero cuando rompió el fuego con los cañones de la torre de proa, secundado por el Brooklyn, empezó a derivar”.

El Almirante Dewey se expresa así acerca del combate en la bahía de Manila en The Army and Navy Journal, de 18 Junio de 1.898. “Mis barcos sostuvieron fuego continuado y preciso entre 5.000 y 2.000 yardas, que fueron las distancias límites a que se mantuvieron, por medio de una serie de marchas en líneas paralelas sensiblemente a la que ocupaba la escuadra española. El fuego del enemigo era vigoroso, más en general poco eficaz. En los comienzos del combate se dirigieron al Olimpia (buque insignia) dos lanchas, con la intención aparente de ponernos torpedos: una de ellas fué echada a pique enseguida, y la otra, inutilizada por nuestros disparos, embarrancó antes de que pudiera conseguir su objeto.

A las 7 de la mañana, el buque Almirante español Reina Cristina, hizo una tentativa desesperada para destacarse de la línea y combatirnos a corta distancia, pero concentrando sobre él todas las baterías del Olimpia, fue recibido con un fuego tan vivo, que apenas le dio tiempo para volver al abrigo de la costa; el incendio producido por nuestras granadas, hizo presa en él con gran rapidez, siendo inútiles cuantos esfuerzos hicieron para extinguirlo hasta que se sumergió”.

Todos esos textos oficiales, coinciden al ensalzar las excelencias del cañón de tiro rápido, en tanto que son parcos en elogios al gran calibre. De ahí, que no sea extraño, que la opinión en los Estados Unidos, formada a expensas de lo mucho que allí se escribe y se lee, se haya declarado unánime, contra los cañones de 305 y 330 mm., prefiriendo a ellos los de 24 y 25 cm. con la condición de que sean de tiro semi rápido, o lo que es lo mismo, de carga rápida, considerando, sin duda, que la principal enseñanza que se deduce del combate de Santiago de Cuba, está vinculada en la incontrastable ventaja del tiro acelerado ó rápido.

BOLETÍN DEL CONDESTABLE MAYO DE 1.899 Y REPRODUCIDO EN 1.932 (NÚMERO EXTRAORDINARIO).

Triste derroche de heroísmo espléndido.

Evidenciado queda que en aguas de Santiago de Cuba, hubo el luctuoso día 3 de julio de 1898, un espléndido derroche de heroísmo por todos y cada uno de los tripulantes de nuestros incendiados cuatro cruceros y dos destroyers, con el único fin de dejar incólume la honra de la Marina y de la Patria y evidenciar una vez más el valor legendario con que la universal historia nos honra.

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Destrucción de la flota del almirante Cervera en la batalla naval de Santiago de Cuba, 3 de julio de 1898, cromolitografía por Xanthus Russell Smith (1839-1929) publicada por J. Hoover & Sons.

Decíamos que las dotaciones de nuestros buques fueron convencidísimas al sacrificio, y nada más cierto, pues desde su salida de Cabo Verde ya lo preveían y después tiempo sobrado tuvieron para conocer el poderío de los colosos que de día y noche nos acechaban, cerrándoles completamente el paso en Santiago. Llegaron a saber que la protección de los buques enemigos, grandes moles de acero de 12.000 toneladas, nos eran inexpugnables y su poder ofensivo infinitamente mayor que el nuestro; que el personal en aquellos estaba a cubierto de un blindaje de torre de acero de 40 centímetros de espesor por otro igual de costado, mientras que los nuestros solo podían ampararse de un mantelete de 3 centímetros de espesor y de efecto únicamente moral, antes de saberse que los cañones medianos de los contrarios atraviesan a una distancia de 200 metros, planchas de acero de 30 centímetros  templado al aceite, provistos de precisos aparatos de puntería, con sólidos y sencillos de cierre, y mecanismos de fuego a disposición del apuntador.

Con todas esas ventajas, más la tranquilidad de que su vida estaba asegurada por inmensa mole de acero que la defendía, no llegaron a conseguir en sus disparos ni un tres por ciento de blancos; ni con el fuego diario sobre Socapa, apagar el de dos piezas de mediano calibre y deficientísima instalación, teníamos allí para la defensa del puerto; mientras que con los que les opusimos de 14 centímetros de muy incierta puntería y complicado servicio, consiguieron nuestros artilleros hasta el quince por ciento de blancos; pero sus proyectiles solo atraviesan el mismo espesor de plancha de hierro y no a 200 metros, si no a la boca de la pieza, por lo que resultó completamente nulo el sacrificio de los nuestros, que sin protección del servicio de municiones ni de ningún otro más que el de la de flotación, rodeados de materias muy combustibles, sin haber adoptado el proyectil incendiario, porque a nuestras conciencias repugnan sus destructores efectos, y de que el enemigo ha hecho tan inhumano alarde, hacía abrigar el convencimiento de lo que forzosamente había de suceder y desgraciadamente sucedió: que  a medida que nuestros barcos iban asomando a la boca del puerto, eran incendiados.

Surgieron tantos héroes como hombres los tripulaban, todos en los puestos de más peligro multiplicándose para suplir las faltas de los que quedaban fuera de combate, esperaron con arrogancia la muerte, dando gustosos la vida para salvar la honra de su Patria, que se les hizo ver necesitaba de tal sacrificio.

El rápido incendio que se produjo en nuestros buques, dificultó mucho el servicio de la artillería y muy especialmente el de su abastecimiento de municiones; las dotaciones de las piezas que aún podían funcionar, quedaron fuera de combate más de una vez e instantáneamente fueron reemplazadas, y donde quiera que el personal de marinería para ellas escaseaba, allí se encontraba el de Condestables y Artilleros que con sus actos de heroísmo ha dejado escrita una gloriosa página en la brillante historia de tan benemérito cuerpo; dignísimo por todos conceptos de mejor suerte, cuyo cambio no creemos se haga esperar mucho, pues afortunadamente rige los destinos de la Marina un General que conoce sus necesidades y aptitudes, y los Generales, Jefes y Oficiales que han presenciado su heroico comportamiento en la triste jornada de Santiago, estamos seguros que no olvidarán jamás que de este Cuerpo fue un Francisco Zaragoza, que en el “Vizcaya”, por su muerte heroica, mereció del digno Comandante le otorgara para mortaja la bandera de combate que en su desesperada agonía pidió, vitoreando locamente a la Patria y alentando a todos al combate.

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Tercer Condestable D. Francisco Zaragoza Such

Al mismo Cuerpo pertenece un Orjales Pita que con su heroísmo sin límites, salvo de muerte segura a ese mismo Comandante y gran número de individuos de la dotación, cogiendo en la cubierta del buque antes que produjeran los destructores efectos para que enviaran, una tras otra, dos granadas del enemigo y arrojarlas al agua donde al caer explotaron. En recompensa instantánea y sublime, obtuvo la honra de ser abrazado por su Comandante y vitoreado en medio del combate, siéndolo más tarde por el Almirante.

Al mismo Cuerpo y buque perteneció José Vila Cobas, que con las piernas deshechas por una granada, murió dando vivas a España y llamando cobardes e infames a los enemigos. Con el encontraron honrosa muerte conquistando laureles para su Cuerpo, seis compañeros más.

En el “Oquendo”, con su Primer Condestable, mueren ocho más, que también en este buque dejó la Providencia con vida a algunos, ¡bien pocos de sus tripulantes!, para que pudieran ensalzar su afán de multiplicarse y acudir a los sitios de más peligro, alentando con su ejemplo, o mejor dicho, pretendiendo alentar a los sirvientes de las piezas, pues su loco desvarío por destrozar al enemigo, les impedía seguramente ver que la dotación toda estaba reducida a un montón de desechos cadáveres que llenaban la cubierta y batería. Sábese por los pocos supervivientes, que no uno, sino la mayoría de los Condestables que del primer disparo recibido del enemigo, no fueron destrozados y si solo heridos, curados unos y sin curar otros, continuaron en sus puestos hasta ser destrozados; y para que este hecho quedase bien sentado, el Tercer Condestable Don Alfredo del Ojo, obligado a ir a la enfermería, escapó instantáneamente y con un cañón de 57 que ve desalojado, hace fuego él solo sin cesar, hasta que sobre él encuentra la muerte.

Su compañero Manuel Martín Zabala es herido gravemente en el brazo izquierdo, y con tranquilidad pasmosa, solicita una compresa que sobre la empuñadura del sable lleva el 2º Comandante, Capitán de Fragata Don Víctor de Sola, quien al observar el brazo mutilado, trata de conducirlo a la enfermería, y en el camino una traicionera granada, que no respeta acción tan noble y caritativa, corta instantáneamente aquellas dos vidas y cae Zabala abrazado a su Jefe, demostrando en la caída su agradecimiento al que quiso salvarle de la muerte.

El triste heroico fin de otros, hasta horror causa el relatarlo, por lo que limitaremos a decir que en el “Teresa”, perdieron la existencia seis Condestables más, completamente destrozados. En el “Plutón”, perece un honorario. El valeroso Segundo Condestable Don Rosendo Escrigas, después de cumplir como bueno en el “Mercedes” y la Socapa, gravemente herido en las trincheras, es conducido al hospital donde falleció a los dos días.

Al siguiente de pisar la ingrata tierra norteamericana, entrega su alma al Todopoderoso el Tercer Condestable Don Manuel Rodríguez Barrios, único de su clase que quedó ileso en la cubierta del “Oquendo”, haciendo fuego incesante y precipitado con un cañón de 57 mm. Se salvó a nado, y en la playa le esperaban los asesinos insurrectos a quienes compra la vida a cambio de un anillo y apretador, únicas prendas que en la mano pudo salvar. ¡Pobre Manolo, que herida tan profunda me causó tu muerte! (Tiene dedicada una calle en el interior de la Escuela de Suboficiales de la Armada). De su igual clase Don José Lago Gil, gravemente herido, pudo con penalidades sin cuento llegar a Santiago, viene a España con los primeros repatriados, y al abrazar a la familia, sus débiles fuerzas no pueden resistir emoción tan fuerte y pierde la existencia.

En el “Colón”, demostrando al mundo entero lo que vale una completa coraza de más o menos espesor y la razón del porqué el casi ningún daño que les hemos causado a los barcos enemigos, no se produjo ninguna baja en el personal de Condestables y si solo unos cuantos heridos leves. De los que lograron sobrevivir a tamaña catástrofe conocemos los relatos hechos muy meritoriamente. Entre ellos hay quien en una batería suplió la falta de muchos descendiendo a funciones, no de su clase, pero sí de la necesidad, y quien al indicarle que refrescara la pieza por el mucho fuego que había hecho, contestó: MIENTRAS SE REFRESCA PIERDO UNA PORCIÓN DE DISPAROS, y continuó haciendo fuego; el Segundo Condestable Don José Suárez Pérez, en el destroyer “Plutón”, después de partido éste en dos y abandonado por la imposibilidad de sostenerse en sus dos mitades, continuó solo haciendo fuego mientras tuvo a mano municiones que consumir.

El Cuerpo de Condestables, también llorar debe y seguro que llorará a sus queridos compañeros; pero les queda el recuerdo orgulloso e imperecedero de que los finados conservamos en alta estima lo que constituye su principal lema: LA VIRTUD MILITAR, por lo que todos y cada uno de los que aquí quedan pedirán al Todopoderoso, paz y descanso para sus almas un lugar tan preferente en el cielo, como en la tierra han dejado conquistado.

HEROES Y MARTIRES:

Condestables muertos y heridos más o menos graves, en los combates navales de Cavite y Santiago de Cuba, en los días 1º de Mayo y 3 de julio del año 1.898.

EN EL DE CAVITE.-

MUERTOS:

  • Primer Condestable           D. Mateo Durán y Bornás.
  • Tercer Condestable            D. José Alonso Pérez.
  • Tercer Condestable            D. José Lorenzo Rey.

HERIDOS:

  • Primer Condestable           D. José García Domínguez.
  • Segundo Condestable        D. Antonio Revert Migues.
  • Tercer Condestable            D. Juan Lamadrid Rueda.
  • Tercer Condestable            D. José López Marín.
  • Tercer Condestable            D. Joaquín Ventura Amuden.
  • Tercer Condestable            D. Salvador Hermida Rodríguez.
  • Tercer Condestable            D. José López Lafuente.
  • Tercer Condestable            D. Manuel Fernández Campos.
  • Tercer Condestable            D. Domingo Freijomil Gomez.

EN EL DE SANTIAGO DE CUBA.-

MUERTOS:

  • Primer Condestable            D. Cristóbal Aguilar Jiménez.
  • Segundo Condestable         D. José García Solano.
  • Segundo Condestable         D. Luis Salvatella Baeza.
  • Segundo Condestable         D. Rosendo Escrigas Marcos.
  • Tercer Condestable             D. Antonio Alba Jimenez.
  • Tercer Condestable             D. Abelardo Rivas Lago.
  • Tercer Condestable             D. José López Campos.
  • Tercer Condestable             D. Francisco García Pueyo.
  • Tercer Condestable             D. José Lago Gil.
  • Tercer Condestable             D. Juan Espiñeira Martínez.
  • Tercer Condestable             D. José Vila Cobas.
  • Tercer Condestable             D. Ramón Rodríguez Larrañaga.
  • Tercer Condestable             D. Manuel Martín Zabala.
  • Tercer Condestable             D. Francisco Vicencio Sanchez.
  • Tercer Condestable             D. Alfredo del Ojo Corral.
  • Tercer Condestable             D. José Martín Vendrell.
  • Tercer Condestable             D. Francisco Zaragoza Such.
  • Tercer Condestable             D. Cipriano Grela Pallarés.
  • Tercer Condestable             D. Francisco Martínez Cánovas.
  • Tercer Condestable             D. Alfredo Somoza Valiente.
  • Tercer Condestable             D. Manuel Rodríguez Barrios.
  • Tercer Condestable             D. José Arnosa Lamas.
  • Tercer Condestable             D. José Aldao Corbeira.
  • Tercer Condestable             D. Damián Cerdán Conesa.
  • Tercer Condestable             D. Pedro Nondedeu.
  • Tercer Condestable             D. José Hernández Cayudo.

HERIDOS:

  • Primer Condestable            D. Juan Marroig Mesquida.
  • Segundo Condestable         D. Luis López Zuazua.
  • Segundo Condestable         D. Juan Rosas Alcón.
  • Segundo Condestable         D. José Suárez Pérez.
  • Segundo Condestable         D. Santos Paredes Campos.
  • Tercer Condestable             D. Rafael Garcia Morales.
  • Tercer Condestable             D. Florencio López Viñas.
  • Tercer Condestable             D. Antonio Serrano Facio.
  • Tercer Condestable             D. Francisco Fuentes Serantes.
  • Tercer Condestable             D. Juan Perez Hidalgo.
  • Tercer Condestable             D. Antonio Tinoco Sánchez.
  • Tercer Condestable             D. José Pérez Romero.
  • Tercer Condestable             D. Juan Serra Bonet.

En el reducido personal de Condestables que tripulaban nuestros buques, resultaron pues 29 muertos y 22 heridos, de estos algunos inútiles para siempre. En Cavite, ni uno solo resultó ileso y en Santiago, solo los que tuvieron la suerte de pertenecer al crucero “Colón”

¡51 Condestables fuera de combate!

Triste consecuencia de oponer tan solo pechos de valientes a potente y numerosa artillería, servida a cubierto de inexpugnables corazas. Honor y gloria eterna para los que han sabido morir como buenos y que el Dios de las justicias haya premiado a todos y cada uno de ellos, eligiendo un descanso para sus almas en lugar tan preferente en el Cielo, como por sus gloriosa muerte lo han dejado conquistado en la historia Patria, y en la página dolorosa y sublime añadida a la brillantísima del Cuerpo, en el que aprendieron a tener en alta estima, lo que siempre fue, ha sido y será su principal lema: LA VIRTUD MILITAR.

ARTILLERÍA NAVAL EN LA GUERRA HISPANO-AMERICANA

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LA ARTILLERÍA NAVAL EN LA GUERRA HISPANO AMERICANA DE 1898.

Eran motivos de controversia, la eficacia de los cañones de distintos calibres, bajo el aspecto de su aprovechamiento útil en el fuego; la sanción práctica de los cañones de tiro rápido, las ventajas e inconvenientes de la pólvora con humo y sin humo en los combates de escuadra a escuadra, de barcos con baterías, o en batalla campal; el empleo de los torpedos, torpederos y destroyers, el uso de los proyectores eléctricos para iluminar amplias zonas marítimas y terrestres desde grandes distancias; la aplicación de los monitores y baterías flotantes en la defensa de los puertos; la manejabilidad de los proyectiles cargados con explosivos fuertes, y como caso  particular, los cañones neumáticos, capaces de lanzar sin riesgo enormes cantidades de dinamita, cañones que entran en el armamento de algunas plazas de los Estados Unidos, tales como las de New York y San Francisco de California, y que también lleva un barco experimental, el “Vesuvius”, que jugó algún papel en barrear la boca del puerto de Santiago de Cuba; el uso de los globos militares , y de otros mecanismos de guerra teóricamente discutidos.

guerra vesuvius
USS Vesuvius  Referencia: http://www.histarmar.com.ar/InfGral/USSVesubius.htm

En la puja permanente entre el proyectil y la coraza, se presentaban, como punto culminante, las planchas de acero Harvey, que la fama había ensalzado por encima de todas las otras conocidas; y en cuanto a la defensa de las plazas costeras, se esperaban enseñanzas del combate de la escuadra americana con alguna relativamente bien fortificada, para poder comprobar datos sobre calibres; dotaciones; agrupación de piezas; distancias usuales de tiro; influencia de las cotas de nivel de las obras; resistencia de las grandes masas cubridoras de arena, tierra y cemento armado; acción del fuego curvo sobre las cubiertas acorazadas de los buques modernos; sistemas telemétricos, entre los cuales se presentaba en actividad el eléctrico del Teniente americano Fiske, que funciona en los buques de la escuadra yankee; las minas submarinas; la iluminación eléctrica de los repuestos para el municionamiento y de las superficies marítimas batidas por los cañones para evitar las sorpresas y apuntar de noche; todo aquello, que faltaba por ver en el verdadero aspecto fundamental, en el campo de batalla, donde surgen dificultades imprevistas que se escapan al más perspicaz teorizante.

Prescindiendo ahora de los detalles del encuentro más tremendamente trágico, del combate naval de Santiago de Cuba, y señalando únicamente la cantidad de fuerza, resulta, hasta en este hecho, superioridad tan abrumadora por parte del enemigo, que no permite llegar a conclusiones precisas, que deban admitirse sin réplica y que sean convincentes y decisivas y que señalen las características del combate naval del porvenir, porque es poco probable que puedan volver a presentarse casos semejantes en que el desequilibrio sea tan marcado.

COMPARACIÓN DE FUERZAS:

El teatro de las operaciones en la guerra hispano-americana, puede decirse que era el mundo entero, puesto que comprendía a España, Cuba, Puerto Rico y Filipinas, los Estados-Unidos, las costas de esos países, el Océano Atlántico, el Océano Pacífico, el mar Mediterráneo, el mar de las Antillas y el mar de la China. Abarcar el dominio de todos esos lugares, sin escuadra poderosa y bien situada, era empresa loca.

Da tristeza comparar ahora lo que el enemigo reunía con lo que a nosotros nos faltaba. Hemos de hacerlo, aunque nos pese, ligeramente, pasando muy de largo, para recorrer pronto, deprisa, esas tristezas, esas amarguras, que, ya que no tienen remedio, pueden al menos servirnos, de escarmiento para impedir con buenas medidas, con buena base armada de tierra y mar, que algún otro atrevido se aproveche de nuestra debilidad y nos arrebate lo que nos queda.

La cantidad de nuestro ejército en tiempo de paz se descompone así:

Soldados.-

  • Infantería                                 64.190
  • Caballería                                14.376
  • Artillería                                   11.744
  • Ingenieros                                 6.294
  • Administración Militar           1.500
  • Sanidad Militar                        2.166
  • Guardia Civil                          14.697
  • Carabineros                            14.186

             TOTAL.-                        128.153

En pié de guerra, el efectivo sube a 337.680

La fuerza que teníamos al romperse las hostilidades era:

Marzo de 1898 en Cuba.

  • Del Ejército                         151.343
  • Movilizados                          35.181

             TOTAL.-                     186.524

Mayo de 1898 en Puerto-Rico.

             TOTAL.-                           7.580

Marzo de 1898 En Filipinas.

  • Del Ejército                          10.771
  • Movilizados                          14.000

              TOTAL.-                     24.771

Después de la declaración de guerra se hicieron por artilleros e ingenieros grandes alardes, para dotar de obras de defensa a Matanzas, Cienfuegos, Cárdenas, Santiago de Cuba, y otros puertos, pero faltaba material moderno para armarlas y tiempo para realizar los trabajos, por más que el espíritu patrio que a los defensores animaba hizo verdaderos milagros.

La Fuerza total de Estados unidos:

guerra Fuerza-usa

ESCUADRAS ESPAÑOLAS:

España, si bien contaba considerable número de cañoneros y barcos pequeños, sin verdadero valor militar, destinados en gran parte al servicio de las colonias, sólo poseía, en la exacta clasificación de combate, 13 buques acorazados y 12 no acorazados.

Los dos más fuertes, Pelayo (9.917 toneladas) y Emperador Carlos V (9.235 toneladas) y las dos fragatas acorazadas, cuya antigüedad data de 35 años, Vitoria (7.250 toneladas) y Numancia (7.035 toneladas), se hallaban en reparaciones, unos en el Havre y las otras en la Seyne, cerca de Tolón.

La Vitoria y la Numancia únicamente sirven para la defensa de las costas. Hallábanse en construcción otros barcos, pero la atención principal se reconcentraba en dos cruceros acorazados, el Princesa de Asturias y el Cardenal Cisneros.

Numancia_Victoria

 

En el momento de la declaración de guerra (21 a 23 de Abril de 1898), nuestra flota se hallaba distribuida del modo siguiente:

LA PRIMERA DIVISIÓN.-

La primera división de la escuadra, en Cabo Verde, al mando del Contralmirante Cervera, compuesta de los cruceros acorazados Infanta María Teresa, Almirante Oquendo y Vizcaya (de 7.000 toneladas), Cristóbal Colón (6.840 toneladas); contratorpederos de 30 millas de andar, Furor, Terror y Plutón (380 toneladas); torpederos Ariete, Azor y Rayo (120 toneladas) y el transporte Ciudad de Cádiz.

LA SEGUNDA DIVISIÓN.-

La segunda división de la escuadra, que había de mandar el Contralmirante Cámara, no se hallaba aún constituida en aquella fecha, y debía reunirse en Cádiz, formándola el acorazado Pelayo (9.917 toneladas), el acorazado Carlos V (9.235 toneladas), la fragata acorazada Vitoria (7.250 toneladas), cruceros acorazados Alfonso XIII y Lepanto (4.876 toneladas), contratorpederos de 30 millas de andar Audaz y Osado (380 toneladas), Proserpina y Destructor (368 toneladas); torpederos Halcón (128 toneladas), Orion y Retamosa (80 toneladas) y cruceros auxiliares Rápido (antes Normandía), Patria (antes Columbia), Antonio López y Giralda.

LA TERCERA DIVISIÓN.-

La tercera división de la escuadra, se hallaba en Filipinas al mando del Vicealmirante Montojo, y la componían los cruceros no protegidos Reina Cristina (3.520 toneladas), Don Antonio de Ulloa, Don Juan de Austria y Velasco (1.152 toneladas); cruceros protegidos “Isla de Luzón é Isla de Cuba (1.045 toneladas); cruceros no protegidos Elcano, General Lezo y Marqués del Duero (500 á 560 toneladas) y fragata de madera Castilla (3.260 toneladas), más los pequeños cañoneros destinados a la vigilancia de ríos y costas.

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Crucero no protegido Don Juan de Austria.

LA ESCUADRILLA DE LAS ANTILLAS.-

La escuadrilla de las Antillas al mando del Contralmirante Manterola, compuesta de los cruceros no protegidos Alfonso XII (3.900 toneladas), Reina Mercedes (3.090 toneladas), Marqués de la Ensenada (1.064 toneladas), Conde de Venadito é Infanta Isabel (1.190 toneladas) y unos 50 cañoneros de pequeño porte.

ESCUADRAS AMERICANAS:

Los Estados Unidos llevaban muchos años de preparación naval, algo restringida por la ley que exigía que todos los buques se construyesen en el país, pero al declararse la guerra, abrieron un crédito de 50 millones de dólares para comprar barcos, y adquirieron fuera de Europa 64, que sumaban 111.493 toneladas, 424 cañones y 6.250 hombres. De ellos eran 11 cruceros, seis carboneros, dos talleres para reparaciones, 13 avisos, un buque-almacén, un buque-hospital, tres buques para el servicio de correos, una grúa de vapor, tres barcos faros y 14 vapores para el servicio del resguardo. Después compraron en Europa gran número de barcos.

Sin contar con esos, la flota de los Estados Unidos se componía de 16 acorazados, 15 buques de cubierta acorazada y 20 buques  modernos no acorazados de más de 1.000 toneladas, repartidos en la forma que sigue:

PRIMERA ESCUADRA DEL ATLÁNTICO DEL NORTE.-

Primera Escuadra del Atlántico del Norte en Key-West a las órdenes del Almirante Sampson, formada por el crucero acorazado New-York (8.200 toneladas), que enarbolaba la insignia del Almirante; acorazados lowa (11.410 toneladas), Indiana (10.288 toneladas); monitores Puritan (6060 toneladas), Amphitrite, Miantonomoh y Terror (3.900 toneladas); cruceros acorazados Cincinnati (3.183 toneladas), Detroit, Marblehead y Montgomery (2.080 toneladas); cañoneros Nashville, Wilmington, Castine, Machias, Vicksburg y Helena (1.370 toneladas); aviso Dolphin (1.486 toneladas); crucero dinamitero Vesubios (829 toneladas); aviso-torpedero Mayflower; barco ­escuela Bancroft (829 toneladas); torpederos Cushing (105 toneladas), Ericson (150 toneladas), Foote, Rodgers, Winslow (132 toneladas), Porter, Dupont (182 toneladas); yachts transformados en torpederos Leyden, Samoset, Eagle, Wasp, Hornet, Wasp; barcos del resguardo marítimo Hamilton, Hudson, Manning, Morill, Windon, Woodbury, Mc’ Lane, Mezinscott, Osceola, Sioux, y de los auxiliares Tecumseh, Uncas, Wompatuk, Algonquin, Mangrove, Panther, Saturu, Niágara, Sterling, Merrimac у Supply.

guerra terror

Esta escuadra se completó más tarde con el acorazado Oregon (10.288 toneladas), y la cañonera Marietta (1.000 toneladas); crucero Buffalo (antes Nictkeroy, de 1.080 toneladas), comprado en el Brasil y que debía unirse en Río Janeiro a los dos anteriores.

LA ESCUADRA VOLANTE.-

La escuadra volante, concentrada en Hampton Roads, al mando del Comodoro Schley, que se componía del crucero acorazado Brooklyn (9.250 toneladas), buque-insignia; acorazados Massachusetts (10.288 toneladas) y Texas (6.315 toneladas); crucero protegido Minneapolis (crucero corsario, 7.375 toneladas), y crucero protegido New Orleans (3.600 toneladas).

guerra Massachusetts
USS “Massachusetts”

LA ESCUADRA DE MANIOBRAS.-

La escuadra de maniobras, reunida en Hong-Kong al mando del Comodoro Dewey, con los cruceros acorazados Olimpia (5.800 toneladas), Baltimore (4.413 toneladas); cruceros protegidos Raleigh (3.183 toneladas), Boston (3.000 toneladas), Concord (1.700 toneladas); cañonera Petrel (892 toneladas); aviso Mc’ Culloch; transportes Zafiro y Naushaií, y vapor de ruedas Monscacy.

LA DIVISIÓN DEL ATLÁNTICO NORTE.-

La división del Atlántico del Norte, á las órdenes del Comodoro Howell, que tenía por base de operaciones Princetown, compuesta del crucero San Francisco (4.078 toneladas), cruceros protegidos Colunibia (7.375 toneladas), buque ariete Katahdin (2.155 toneladas) y vapores auxiliares Yankee, Dixie, Prairie y Yosemite.

LA ESCUADRA DEL PACIFICO.-

La escuadra del Pacífico, á las órdenes del Almirante Miller, en San Francisco, formándola los cruceros acorazados Charleston (3.730 toneladas); Monadnock, Bennigton (1.710 toneladas); monitor Monterey (4.084 toneladas), y vapores auxiliares Albatross, Grant, Corwin, Rush, Perry, Iroquois, Vigilant y Active.

LOS ANTIGUOS MONITORES DE UNA TORRE.-

Los antiguos monitores de una torre construidos en 1875 (2.000 toneladas) en los puertos siguientes: Casikill, en Gloucester; Lehigh, en Boston; Nahaut, en New-York; Jason, Montanck, Canonicus, Mahopac, Manhattan, en League-Island (New-York); Nantucket, en Wilmington; Passaic, en Port-Royal, y el Wyandotte, en Boston.

LOS CRUCEROS AUXILIARES.-

Los cruceros auxiliares Saint-Paul (11.629 toneladas), en Fuerte Monroe; Saint-Louis (toneladas 11.629), Harward (antes New-York) y Yale (antes París), en Washington; Michigan, en Eric; cañonera Weling (1.000 toneladas), en Alaska; torpederos Gwin y Talbot (47 toneladas), en New-Port; crucero Topeka, en New-York; vapores Potomac y Choctaw, en Panzacola; Powhattan, en Mobila; Badger y Resolute, en New-York; Pensacola, en California; Golace, en Norfolk; Lancaster, en Boston.

USS «Talbot»

LOS BARCOS DEPÓSITOS.-

Los barcos depósitos, como el Iranklyn, Independence, Vermont, Wabash y Richmond, y los buques-escuelas Costellation, Alliance, Mohican, Saint Mary’s, Saratoga, Enterprise y FishHawk.

Por último, los buques que siguen, pueden aún ser considerados con algún valor militar según el Army and Navy Register: Chichasan, en League Island; Scorpion, en Fort Monroe; Vixen y Peoría, en League Island; Solltherby, en Boston; Armería, Maple, Suwance, Alice y Penelope, en Norfolk; Lebanoiv, Calumet y Oneida, en Boston; el Greshan, en Ogdenburg.

En construcción tenían, al declararse la guerra, los acorazados Kearsarge y Kentucky (11.525 toneladas) , botados al agua el 30 de Abril; el acorazado Alabama (11.000 toneladas), botado el 18 de Mayo, y sobre gradas los acorazados Illinois y Wisconsin (11.000 toneladas), llevándose en todos ellos los trabajos con gran actividad y poniéndose las quillas á otros varios del tipo del Alabama.

Los barcos americanos de las escuadras de operaciones, son del tipo más acabado y moderno. Los acorazados y cruceros acorazados, han sido botados al agua después de 1890; sólo algunos cruceros pequeños datan de 1888. La velocidad de los acorazados es de 16 nudos; los cruceros Columbia y Minneapolis pueden llegar á 23 nudos; el Brookling y el Olimpia 21 nudos; los otros 18  á 20 nudos.

Llevan verdadera protección acorazada y potente artillería de tiro rápido, además de los cañones de grueso calibre. La flota española poseía más y mejores torpederos que la de los Estados-Unidos, pues de los 22 que éstos tenían en construcción, sólo ocho, de 150 á 182 toneladas, estaban listos al declararse la guerra; los otros 14 aún no habían sido botados al agua, y para remediar esa deficiencia  armaron de tubos lanzatorpedos algunos yachts rápidos, cual el MayFlower, y pusieron la quilla á 16 contratorpederos de 400 toneladas y 28 nudos de velocidad.

Los americanos tenían abundantes depósitos de carbón. Nosotros, hasta de eso escaseábamos, y en  cuanto a la estructura de nuestros buques de combate, hay, según parece, unanimidad de pareceres en considerarla defectuosa, no sólo en armamento, sino en condiciones defensivas, en protección acorazada,  a excepción del Colón, que contaba con coraza Harvey, pero que en cambio iba sin los cañones de grueso calibre que debían montar sus torres.

Es muy importante hacer una indicación: la de que los americanos, refractarios al corso, armaron con el nombre de auxiliares de la escuadra, numerosos vapores, que hicieron oficio de corsarios, y España, que tenía derecho al corso, anduvo tímida en tomar esa medida y no se decidió á adoptarla.

Acerca de esto, dice el Comandante D……. en el Journal des Sciences Militaires: «España se había reservado el derecho de decretar el corso y de armar corsarios, a pesar de las estipulaciones internacionales contrarias, a las cuales es verdad que no se había adherido; pero esa reserva de orden diplomático, sobre todo platónico, no pudo tener ni ha tenido hasta aquí ninguna utilidad para ella».

¡Lo habremos guardado para mejor ocasión!

La artillería americana, dejando a un lado los antiguos cañones  lisos de hierro fundido, y éstos mismos rayados y transformados a retrocarga, con tubo de hierro forjado, se viene a parar a los de acero de retrocarga de gran calibre y de calibres medios, con cierre de tornillo partido sistema Bange, rayas cuneiformes, progresivas y parabólicas, dotados con tres clases de proyectiles: perforante de acero cromado, granada ordinaria de fundición y granada de metralla Shrapnel. La actividad de los Estados Unidos en estos últimos tiempos, tanto en las construcciones navales como en la defensa de las costas, raya en lo asombroso. Los presupuestos arrojaban a final del año 1898, 1.818 piezas de grueso calibre con sus montajes y proyectiles, cuya construcción estaba entre manos, distribuidas en la forma siguiente:

  • Cañones de 40 cms……………   32
  • Cañones de 30 cms…………… 200
  • Cañones de 26 cms…………… 180
  • Cañones de 20 cms…………… 100
  • Cañones de tiro rápido…………  250

  • Morteros de 30 cms…………. 1.032
  • Morteros de 25 cms……….….    24

De tiro rápido poseen cañones de distintos sistemas, entre los que sobresalen los Canet, Hotchkiss, Driggs Scheroeder y las ametralladoras Gatling.

La artillería que montaban las escuadras:

guerra Cañones-Españoles2
guerra Cañones-Americanos2

Queda demostrado, por la simple inspección de esas tablas, que la escuadra americana tenía doble número de cañones que la de  Cervera, con el aditamento de que ésta sólo disponía de seis cañones de gran calibre (28 cm.), y aquélla contaba 14 de calibre superior a esos seis (33 y 30 cm.) y 38 de 20 cm., de los cuales no montaban  ninguno nuestros barcos, en los que el calibre desciende  rápidamente de 28 á 14 cm.

No se toma en consideración la artillería de tiro rápido que llevaban el Gloucester, Resolute y Wisen, porque no se conoce a ciencia cierta el número y calibre de sus cañones, pero siempre habrán de sumar cifra muy superior a la que tenían el Plutón y Furor, que en compensación, tampoco se pone en la cuenta.

Los buques americanos podían disparar con todas sus piezas, y los nuestros, sin contar el entorpecimiento gravísimo debido a los incendios, no tenían medio de utilizar más que los cañones de la banda de babor. Se cifra una proporción de 4 a 3 para acrecentar el triunfo, haciendo ver mayores dificultades que las que realmente había que resolver. Si la proporción de fuerza hubiese sido esa, se tendría la seguridad de que la batalla naval de Santiago de Cuba no les hubiese salido tan favorable.

EL TANTO POR CIENTO DE IMPACTOS.-

El número aproximado de proyectiles que recibieron los barcos de la escuadra de Cervera, fluctúe entre 180 y 200 y que el de proyectiles disparados se acerque á 6.000, llegase a la proporción, muy aproximada, de 3 por 100 de blancos, proporción que ha sido calificada por algunos, de muy reducida, atribuyendo la pequeñez del guarismo que la representa, a torpeza de los apuntadores americanos, despilfarro de municiones ,y a la inutilidad de los cañones de grueso calibre.

De la relación entre 6.000 disparos y 200 blancos resulta que de cada 30 de éstos se aprovechó uno, y que con 200 impactos pueden destruirse seis buques, pero en este caso, hay que tener en cuenta la facilidad con que se realizó el ataque del enemigo, sin pérdidas ni averías, en medio de una colosal fortuna y con superioridad grande de fuerza. Faltan, además, datos completos para poder apreciar la eficacia del tiro por calibres, puesto que, no sólo se desconoce el número de disparos por cada calibre hechos, y el efecto detallado que cada proyectil de distinto calibre causó, sino que también los cálculos de los contrarios disminuyen en la mitad el número de cañones suyos que hicieron fuego, con ánimo, al parecer, de aumentar el tanto por ciento de blancos por cañón y ensalzar la victoria, agregando que 200 proyectiles, bien puestos, bastan para destruir seis barcos de guerra.

EL TIRO RÁPIDO Y EL GRAN CALIBRE.-

Parecía imposible que el tiro rápido adquiriese otro concepto que el significado por la repetición en las armas portátiles. Luego, fué tímidamente extendiéndose la influencia de la rapidez del fuego, a los cañones de muy pequeño calibre (37 y 57 mm.), y más tarde alcanzó a las piezas de montaña y campaña (7 a 8 centímetros), dando después un salto prodigioso que le hizo subir a los cañones de calibres medios, hasta 15 cm.

No sólo se construyen cañones de tiro rápido de 20 cm., sino que se pretende atraer al mismo camino o sistema, las piezas de gran calibre. El tiro rápido, está caracterizado por el cartucho metálico, que lleva en conjunto la carga de pólvora y el proyectil, y esa clase de cartuchos, dadas las dimensiones y el gran peso de las cargas y proyectiles de los cañones de fuerte calibre, es probable que encuentre dificultades de fabricación, y como por otra parte, aunque se lleguen a vencer, nunca dejarán de ofrecerse verdaderos obstáculos en el manejo de esos pesos, que harán inevitable la calma y la pérdida de tiempo en las operaciones de carga, de aquí, sin duda, que no se pueda calificar las gruesas piezas así perfeccionadas, como de tiro rápido, sino que se les aplique la clasificación de cañones de tiro semi rápido o de carga rápida, dando a entender que, sin llegar a una aceleración del fuego análoga a la que se obtiene en los pequeños y medianos calibres, se consigue merced a los nuevos mecanismos e inventos, reducir mucho el tiempo invertido en las penosas manipulaciones de la carga, sin que ello suponga que el conjunto de la pólvora y el proyectil vayan congregados en un solo bloc, aunque no sea posible negar que eso se logre, porque tales son los adelantos de la industria, que ya no debe pronunciarse nunca la palabra imposible.

Tendremos, por tanto, piezas de gran calibre de tiro semi rápido, como ya existen de tiro rápido de los calibres medios hasta 20 cm., y para conseguirlo,  se reduce en lo posible el calibraje de los cañones. Pero también ocurre, que esta opinión, que no ha de tardar mucho en hacerse efectiva en el armamento de las naves que en adelante se construyan, lleva en sí el inconveniente del gran consumo de municiones que el tiro rápido acarrea.

En contra de los gruesos cañones de 305 y 330 mm., que no pudiendo hacer más que un solo disparo cada seis a ocho minutos, quedan en desventaja al lado de los cañones de tiro rápido de menor calibre; en este mismo combate de Santiago de Cuba, se puede marcar, que el Oregon, el Indiana y el Texas, no hicieron uso de los cañones de grueso calibre (330 mm.), sin embargo el Iowa disparó 31 proyectiles de grueso calibre. Con argumentación lógica, eso ha de ser lo más usual y corriente en el combate.

Con el crecimiento de las dimensiones y del peso de las piezas, crece el espacio que ocupan, crece la cantidad de coraza, dificulta el servicio y el municionamiento, se produce un problema de mecánica difícil de resolver, porque esos enormes pesos sobre las cubiertas, perjudican a la estabilidad de la nave, y son la eterna pesadilla de los Comandantes de los barcos.

LOS PROYECTILES.-

Para dar idea de la estructura de estos proyectiles, el que representa la figura más abajo se reseña, es de un proyectil de 20 centímetros, de las piezas cuyos efectos han sido más ensalzados en el combate naval de Santiago de Cuba, y a las que los americanos atribuyen el papel principal en la destrucción de nuestra escuadra.

Son de acero. Los perforantes llevan la ojiva endurecida, revelando haber sido fundida en matrices metálicas; tienen gran capacidad, y el ánima parece haberse obtenido por embutición. Todos los que se estudiaron en situ, contenían pólvora fina de caza, algo parduzca, apisonada, muy rompedora y viva, y que al arder produce mucha llama. La explosión se efectúa por lo general en tiras longitudinales, escupiendo, casi siempre, el culote completo, cortado á raíz, y quedando suelto como si fuera una gruesa arandela. Se recogieron muchos sin reventar, por defecto de las espoletas.

proyectil-nuevo

El proyectil a que se refiere el dibujo, lleva el culote separado y sujeto a rosca, y en el centro de él va el alojamiento para la espoleta, que también aparece en el plano. Esta es de percusión, muy parecida a la antiguamente reglamentaria en nuestra Artillería, y la abundancia de proyectiles cogidos sin explotar hace su apología. En los de 10 centímetros, no está el culote superpuesto a rosca, sino que más bien se nota en el corte, que ha sido soldado y embutido a presión, después de haber obtenido por embutición el hueco interior del proyectil.

Los de 57 y 37 mm. no presentan diferencias esenciales con los nuestros de igual clase. Todos, lo mismo los de grueso calibre que los de pequeño, llevan una sola banda de forzamiento y parecen muy bien construidos. Principalmente la calidad de la fundición y forja y la gama de endurecimiento de las ojivas, que se nota troceándolos, son inmejorables, y dicen muy alto en favor de las fábricas de donde salieron. No así las espoletas, que, según antes indicamos, son toscas y defectuosas.

ESCUELA DE CONDESTABLES

Escuela
Escuela

ESCUELAS DE CONDESTABLES.-

LIBRO DE MEMORIAS DEL CONDESTABLE PRIMERO D. PEDRO BARBA Y LLORCA.

La Escuela donde reciben su instrucción teórica y práctica los Condestables bajo la dirección del Cuerpo de Artillería de la Armada, fue creada por Real Orden de 25 Septiembre de 1845, y su primer reglamento, aprobado en la de 23 Diciembre de 1848, se modificó por otro del 26 Septiembre de 1860 y distintas Reales Órdenes hasta el Decreto de 10 Febrero de 1869, que disolvió la Escuela de Condestables y la de Cabos de Cañón, creando la Escuela flotante de Cabos de Cañón y Condestables, bajo un solo reglamento.

Posteriormente, en Decreto de 1º  de Mayo de 1873 se modificó éste, adicionándose después por otro Decreto de 15 Noviembre del mismo año. Y por último, en virtud a la Real Orden de 6 Abril de  1875, volvieron a separarse dichas Escuelas, y quedó otra vez establecida en tierra la de Condestables, en el departamento de Cádiz,  en San Fernando, rigiéndose por el Reglamento aprobado en 26 Septiembre de 1860, en lo relativo a ingreso y organización de la misma, aunque siguiendo vigente lo dispuesto sobre ascensos y haberes de los Condestables en el Reglamento de 1º Mayo de 1873 y órdenes posteriores que definitivamente se haga una nueva redacción que está acordada por la Superioridad. Según las últimas disposiciones, la Escuela consta de 80 artilleros alumnos cuyo haber anual es el del marinero (150 ptas.) y la ración diaria de Armada (1 pta.)

escuela Escuela-Condestables

INGRESO EN LA ESCUELA DE CONDESTABLES.-

El ingreso en la Escuela de Condestables ha de ser precisamente por oposición, ocupando el número de plazas los aspirantes de las clases militares y paisanos, por orden de censuras, dando preferencias a los primeros, en caso de igualdad de éstas.

Las oposiciones se verifican generalmente en Enero y Julio de cada año en los tres Departamentos marítimos. Los aspirantes paisanos dirigirán instancia a los respectivos Capitanes Generales, acompañadas de la fe de bautismo legalizada, certificado de buena conducta y consentimiento paterno: deberán tener la edad de 16 a 20 años, buena presencia, robustez y la talla mínima de 1,560 metros. Los exámenes versan sobre las materias siguientes: Doctrina Cristiana, Leer con corrección, Escritura al dictado y con buena ortografía, Principios de Gramática Castellana, Sistema de numeración y las cuatro reglas de números enteros.

Según el Reglamento de Cabos de Cañón de 18 Marzo de 1879, los Cabos de Cañón de primera clase podrán ingresar en el Cuerpo de Condestables, en la clase de terceros, al terminar su campaña de cuatro años, si durante ésta han estudiado las materias que a aquellos se les exijan y prestan el correspondiente examen en la misma forma que prevenga el reglamento, para cuyo efecto dirigirán solicitud por el conducto de Ordenanza; y si no hubiera vacante, quedarán de supernumerarios. Últimamente, por Real Orden 24 Abril de 1883, se ha suspendido la admisión de alumnos en la Escuela de Condestables, y reiterado por la de 9 Febrero de 1884.

escuela Cadetes-Escuela

SALIDA DE LA ESCUELA DE CONDESTABLES.-

El curso de estudios en la Escuela, hecho con aprovechamiento, dura dos años; y una vez aprobados los alumnos del último semestre, ascienden a terceros condestables, incorporándose al escalafón de éstos, y embarcarán en la Escuadra de Instrucción para adquirir practica artillera y de mar durante seis meses, con arreglo a lo dispuesto en Real Orden 9 Febrero de 1878.

CUERPO DE CONDESTABLES.

Según diversas Reales órdenes, entre ellas la de 29 Enero 1818, todos los cuerpos de Marina tienen el privilegio de ser considerados como Cuerpos de la Casa Real para formaciones y demás distinciones. La antigüedad del Cuerpo de Artillería de Marina data del año 1710. Los Condestables forman un Cuerpo militar, dependiente del de Artillería de la Armada, que consta de tres Secciones correspondientes a cada uno de los tres Departamentos marítimos, entre los cuales se reparte el número total  de Condestables, que es de 47 primeros, 79 segundos y 272 terceros, si bien el número de estos últimos es indeterminado, como lo era antes el de terceros de segunda clase que se han refundido en los de primera. (Reales Órdenes 18 Abril de 1860 y 10 Abril de 1861).

VENTAJAS DE LA CARRERA.

Las faltas militares, consideraciones, divisas, uniformes, ascensos y premios a que tiene opción los Condestables, después de salir de la Escuela, son como se expresan en los artículos siguientes del título V del Reglamento vigente de 1º  Mayo 73, adicionados con el Decreto de 19 Noviembre del mismo año y Ordenes de 5 Mayo de 1873 y 3 Octubre de 1874.

Art. 56.  Las faltas militares en que incurran los artilleros de mar y Cabos de cañón serán juzgadas y castigadas con arreglo a Ordenanzas, para lo cual y a fin de que no aleguen ignorancia, se hará que al sentarles su plaza llenen todas las formulaciones prevenidas por aquella al verificarlo.

Art. 57.  Los Cabos de cañón ascendidos a terceros Condestables se colocarán en el escalafón por el orden con que hayan sido propuestos. Con este objeto, y para clasificarlos debidamente después de verificado el último examen, se formará una relación en que aparezcan las censuras y puntos que hayan obtenido en cada semestre en las clases principales, así como la suma total, que indicará el orden de la propuesta por mayoría de puntos y graduación.

Art. 58.  Los ascensos desde terceros Condestables a primeros, tendrán lugar por rigurosa antigüedad, a menos que al que le toque ascender no tenga notas tan desfavorables que obliguen a postergarlo: se reserva el ascenso por elección para los casos que oportunamente se prevendrán.

Art. 59.  Los Cabos de cañón y Condestables que después de haber servido el tiempo de su empleo quieran tomar su licencia absoluta, se propondrán para ella, y se les expedirá sin retraso en la misma forma que a las demás clases de tropa que sirven en el Ejército y Armada.

Art. 60.  Los primeros Condestables, que se perpetúen en la carrera, tendrán opción a los premios y ventajas que se expresan a continuación:

1º.  A los cuatro años de antigüedad en su clase y habiendo desempeñado dos o más años el cargo que les corresponde en los buques de guerra, parques, laboratorios, almacenes de pólvora, baterías, comisiones extraordinarias y cualquiera otro destino de la misma entidad, obtendrán la graduación de Alférez, con el sueldo designado para dicho empleo, conservando los premios de constancia que por sus años de servicio les corresponda.

2º.  A los cinco años de antigüedad en la graduación de Alférez, habiendo desempeñado durante dos años los mismos destinos de importancia que quedan detallados, obtendrán la de Teniente sin mayor sueldo que el antes expresado, y cumplidos tres años en esta graduación, obtendrán el sueldo correspondiente a este empleo, conservando igualmente los premios de constancia.

3º.  Cumplidos cinco años en la graduación de Tenientes, obtendrán la de Capitán sin mayor sueldo, hasta que tengan veinte años de clase, que obtendrán el asignado a dicho empleo y sus premios de constancia.

4º.  A los cuatro años de obtenida esta última ventaja, se les concederá la graduación de Comandante sin mayor sueldo del que disfrutan.

5º.  A los cuatro primeros Condestables más antiguos que lleven tres años de la graduación anterior, y si se hallan desempeñando los destinos de encargados de los parques en los Arsenales, se les concederá la de Teniente Coronel.

6º.  Para obtener cualquiera de las graduaciones expresadas, es condición precisa la de no haber sufrido condena alguna por sentencia de Consejo de Guerra.

7º.  Los primeros Condestables, a los dos años de haber obtenido la graduación de Capitán con sueldo según la regla 3ª,  podrán solicitar su retiro del servicio, teniendo derecho al sueldo que le corresponda a Capitanes efectivos, según sus años de servicio, y uso de uniforme del Cuerpo; pero los que lo soliciten sin reunir dichos requisitos, lo obtendrán con arreglo a la Ley de 26 Abril de 1856, conservando siempre su graduación.

8º.  Los que estuvieren en posesión de las graduaciones de Comandante y Teniente Coronel, podrán solicitar su retiro cuando quisieren con el uso de uniforme, pero sin mayor sueldo que el de Capitán.

Los que cumplidos 68 años de edad tuvieren la graduación de Teniente Coronel, se les concederá el retiro con el distintivo y honores de Coronel.

Art. 61.  Los segundos Condestables, a los veinte años de servicio, contados desde su salida de la Escuela, optarán a la graduación de Alférez, pero sin otro sueldo que el que por su clase les corresponda.

Art. 62.  Todo Condestable podrá solicitar su retiro del servicio o licencia absoluta cuando lo crea conveniente, después de cumplido el tiempo de su desempeño, cuya concesión se reservará el Almirantazgo según las circunstancias que motivaron la petición; pero cuando los recurrentes cuenten sesenta y ocho años o más años de edad, se les concederá desde luego.

Art. 63.  Los condestables que hayan alcanzado la graduación y sueldo de Oficial reglamentariamente, tendrán opción al retiro con los derechos pasivos que les corresponda, según la Ley que rija en los demás Cuerpos de la Armada cuando lo verifiquen. Para clasificarlos y asignarles el sueldo que deben percibir en la clase de retirados, con arreglo a sus años de servicios, se considerarán como Oficiales efectivos por la graduación y sueldo de que están en posesión; abstracción hecha de las gratificaciones y premios de constancia, que perderán desde luego, quedando por lo tanto autorizados para usar las divisas correspondientes a la clase de Oficial que hayan obtenido y en cuyo concepto se expedirá el retiro. (Este artículo está intercalado por las órdenes citadas).

Art. 64.  Los segundos y primeros Condestables tendrán por antigüedad al quinto de las vacantes de Alférez que resulten en el Cuerpo de Infantería de Marina; exigiéndose sin embargo a los segundos Condestables el mismo tiempo de clase que se exija para el ascenso a los Sargentos primeros de Infantería, y a todos, las condiciones de conducta y aptitud que son necesarios.

Art. 65.  Los primeros y segundos Condestables que renuncien a pasar de Alféreces de Infantería de Marina, se entiende que optan por la perpetuación en el Cuerpo, y se les concederá la graduación y sueldo de Alférez, aunque no reúnan las condiciones que se exigen en la regla 1ª. del  art. 60 de este reglamento, cuando el inmediato inferior pase a ocupar la vacante correspondiente en Infantería.

Art. 66.  Los Condestables que en acción de guerra, faenas de servicio o accidentes fortuitos del mismo, uno y otro extremo debidamente justificados, se inutilicen para continuar en él, obtendrán el retiro con la efectividad del grado de que estén en posesión y el haber que según su sueldo les corresponda; y los que no fuesen graduados de Oficial, lo obtendrán con arreglo a las disposiciones que sobre el particular rigiesen en la fecha de la concesión.

Art. 67.  Los sueldos y gratificaciones de embarco que han de disfrutar todos los individuos pertenecientes a las clases de Condestables, serán las siguientes:

SUELDOS.-

Primeros Condestables………..  87, 50 pesetas mensuales.

Segundos Condestables……….  62, 50 pesetas mensuales.

Terceros Condestables………..  45, 00 pesetas mensuales.

En Ultramar el doble vellón.

Cuando se hallen disfrutando licencias por enfermos, los Condestables que tengan el grado y sueldo de Oficial percibirán el sueldo entero; y si es para asuntos particulares. Medio sueldo.

Art. 68.  Los Condestables embarcados con el cargo de pertrechos disfrutarán las asignaciones mensuales siguientes:

SOBRESUELDOS.-

En buques de 1ª clase………………..  150 pesetas.

En buques de 2ª o 3ª clase……………   75 pesetas.

Los Condestables sin cargo, cualquiera que sea su clase, disfrutarán la gratificación de embarco de 60 pesetas mensuales.  Cuando el buque esté en situación especial, dicha gratificación será de 30 pesetas.

Art. 69.  El Condestable embarcado, con cargo o sin él, que fuere instructor de aprendices navales, tendrá además la gratificación de 25 pesetas. Los Condestables embarcados en los buques-escuelas en clase de instructores disfrutarán la gratificación de 30 pesetas mensuales.

Los Condestables embarcados en los buques-escuelas de aprendices marineros disfrutarán la gratificación de 45 pesetas. (Orden 5 Mayo de 1873)

Art. 70.  Los que desempeñen destinos en Ultramar, cobrearán las mismas asignaciones a doble vellón.

Art. 71.  Los Condestables afectos a comisiones especiales no comprendidas en este reglamento, se les señalará al destinarlos la gratificación de deban disfrutar.

Art. 72.  Los primeros Condestables encargados de los parques de los Arsenales, disfrutarán la gratificación sobre su sueldo de 100 pesetas mensuales; y los segundos, aunque sean primeros, la de 50 pesetas igualmente mensuales.

Art. 73.  Los Condestables destinados en el Laboratorio de mixtos, Comisión de Trubia u otra cualquiera extraordinaria del servicio, disfrutarán la gratificación sobre su sueldo de 50 pesetas mensuales.

Art. 74.  Queda suprimida para todos los Condestables la ración de Armada, sea cualquiera la situación y destino que desempeñen; pero deberá abonárseles la de pan, como a las demás clases de tropa, a todos los que se hallen desembarcados y no disfruten gratificación alguna.

Art. 75.  Las consideraciones y analogía de empleos de los Condestables con las demás clases del Ejército y Armada serán:

Primer Condestable…………… Sargento primero más antiguo.

Segundo Condestable………….  Sargento primero.

Tercer Condestable……………. Sargento segundo.

Cabo de cañón de 1ª clase….….. Cabo primero.

Cabo de cañón de 2ª clase……… Cabo segundo.

Art. 76.  Los Condestables y Cabos de cañón tendrán opción a los premios de constancia que determinan los reglamentos vigentes, según la clase de cada uno representa.

Art. 77.  Al ascender los Cabos de cañón a terceros Condestables usaran el uniforme que tienen en la actualidad con las divisas que a continuación se expresan:

Primer Condestable………. Tres galones de oro del mismo tamaño y en la misma disposición que  los llevan los Sargentos.

Segundo Condestable……. Dos galones de la misma forma y clase.

Terceros Condestables…… Uno solo.

Art. 78.  Los Condestables que se nombren para parques, baterías de tierra, laboratorios u otras comisiones, serán siempre aquellos que reuniendo las circunstancias de idoneidad y buena conducta, cuenten con más tiempo de embarco; y en todo caso estos destinos no se desempeñarán por más de tres años, a no ser que el mejor servicio exija la continuación de los que estén en posesión de ellos por circunstancias especiales.

Art. 79.  Los destinados en Ultramar lo serán por dos años en la Habana y tres en Filipinas.

El título V del Reglamento, que aquí termina, está copiado a la letra con las alteraciones expresamente dispuestas en las ordenes que se han citado; pero es evidente que, habiéndose redactado para regir en la Escuela Flotante de Cabos de Cañón y Condestables, hay que considerar que hoy son los artilleros alumnos los que han sustituido a los Cabos de cañón en aquellos artículos en que así proceda la interpretación. Asimismo debe tenerse en cuenta la modificación que en los artículos primitivos introducen los que van intercalados según las órdenes que así lo determinen.

MAQUINA PARA DEDUCIR LA VELOCIDAD INICIAL

cronografo
cronografo

DESCRIPCIÓN DE UNA MAQUINA INGENIOSA PARA DEDUCIR LA VELOCIDAD INICIAL DE LAS BALAS.

Tanto para conocer la cantidad de velocidad que va perdiendo una bala, lanzada por un cañón del mismo calibre, según las capas de aire que atraviesa, como fijar la diferencia de velocidad con que las balas de distintos calibres salen de sus cañones respectivos, importa poner en práctica los medios propios para concluir la velocidad de las balas, bien sea la llamada inicial que llevan al salir de la boca de la pieza, bien sea otra cualquiera que conservan después de alguna perdida, en otro cualquier punto más distante de su camino. Entra las varias maquinas ingeniosas inventadas para este efecto, merece particularmente la siguiente, cuya estructura y uso de describe.

La pieza principal de esta máquina, es una rueda horizontal “AB”, sostenida en su parte superior “C”, por un eje vertical “CD”, y la cual gira por medio del peso y contrapeso “Q”, que se fija al condón “GG”, y que se mueve por el manubrio o palanca “N”, también se la puede hacer girar por cualquier otro medio que crea conveniente; lo que si importa es que su movimiento no sea interrumpido ni a saltos, sino antes bien rápido y uniforme, alrededor de su borde o toda su circunferencia exterior debe levantarse una especie de barandilla de papel común de escribir, que tenga la elevación “AE, BF”, igual próximamente a 1/3 de pie. El cañón que debe servir para las experiencias se ha de sujetar con la solidez necesaria para que permanezca inmóvil. Este se coloca a la distancia “MH” de la rueda a vista de pájaro, como muestra la figura, de unos 10 a 12 pies, y se le dirige o apunta de manera que la bala, al atravesar la barandilla de papel en los dos puntos opuestos “H”, “K”, describa una línea “HK”, igual a un diámetro “AB” d la rueda. Finalmente se pone a la distancia ”KR” de unos dos o tres pies de la rueda un blanco inmóvil “R”, de madera de olmo, a fin de que el agujero de la bala sea más regular.

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Para servirnos de esta máquina es necesario conocer el instante en que la rueda comienza a girar con un movimiento igual y uniforme, y también saber el espacio o cantidad de tiempo que gasta la rueda en dar o hacer un giro entero. Los medios para averiguar uno y otro pueden ser diversos y de ninguna dificultad. Conocidos estos dos datos, y puesta la rueda en movimiento, se dispara el cañonazo, y sobre el acto se para la rueda. En cuanto a los dos agujeros que la bala abrirá en la barandilla de papel a su entrada y salida, será muy fácil distinguir aquel por donde entró de aquel por donde salió, porque en este último se advertirá en el papel una especie de reborde que dejará la bala a su salida; tiéndese luego un hilo, según la dirección “MR”, y colocando según esta misma dirección el centro del agujero “H” por donde entró la bala, se ve por este medio la cantidad en que el agujero “K”, que la bala hizo a su salida, se aparta de la dirección “MR”; esta distancia indica el camino que ha hecho un punto de la rueda durante el tiempo que la bala ha empleado en correr el diámetro de la misma.

Penetrados bien del mecanismo y uso de esta máquina, será fácil encontrar la velocidad uniforme con la cual la bala corre el diámetro “AB” de la rueda y consiguientemente su velocidad uniforme durante un segundo de tiempo. Representen “D” el diámetro de la rueda “C” su circunferencia, “t” el tiempo que la rueda emplea en hacer una revolución entera, “m” el espacio que ha corrido un punto de la circunferencia de la rueda mientras que la bala ha discurrido por su diámetro; esto supuesto, será “m:D::C:CD/m”, cuyo último término expresa el espacio que corre la bala con una velocidad uniforme, durante el tiempo que la rueda completa una revolución; si representamos por “n” el espacio que la bala ha corrido uniformemente en un segundo de tiempo, o de otro modo su velocidad inicial, tendremos “t:I::CD/m:CD/tm, cuyo último término expresará la velocidad que se busca.

Supongamos que en la máquina de que hemos hecho uso, cuando la rueda gira con un movimiento igual o uniforme, sea “t”, o lo que es lo mismo, el tiempo que la rueda emplea en hacer una revolución entera, igual a 3/5 de Segundo, “D” igual a seis pies y por consiguiente “C” igual a 22X 6/ 7, así substituyendo estos valores por la expresión de la velocidad, resulta “CD/tm igual a 3960/21m igual a la velocidad”. Si el valor de “m” es una fracción o quebrado de pie, la velocidad será expresada en pies. Por ejemplo, si por una experiencia nos resulta “m” igual a ¼ de pie, se tendrá 3960/21m, igual a 3960/21 X ¼ , que es igual a 756 pies 6/21 por el valor de “u” o de la velocidad.

SACAR UNA AGUJA ROTA EN EL FOGON

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Anima

MODO DE SACAR UNA AGUJA ROTA EN EL FOGÓN, UNA BALA QUE SE ATORA EN EL ÁNIMA DE LA PIEZA, Y UNA CUCHARA EMPEÑADA DENTRO DE LA MISMA.

En las circunstancias de cargar las piezas de Artillería, descargarlas con el sacatrapos, y disponerlas para darlas fuego, ocurren incidentes cuyo modo de remediarlos debe saber el Artillero. Uno de los casos más comunes suele ser el que se rompa una aguja dentro del fogón al tiempo de introducirla para romper el cartucho.

Rota la aguja en el fogón por este estilo, si la pieza está cargada, es preciso descargarla con el sacatrapos y foguearla para que no quede pólvora alguna; hecho esto se reconoce si la aguja entra mucho en el hueco del ánima, pues es preciso cortarla rasante al fogón con una tajadera o un cincel bien amarrado en una asta que se mete por la boca de la pieza hasta dar con la aguja, y luego se afirma dicho cincel contra el metal y la aguja, y dando con un martillo en el asta por la parte de afuera, se cortará la porción de aguja que tuviere dentro de la pieza rasante al fogón, para empujar el pedazo que ocupa el hueco de él con otra aguja o botadorcillo de hierro; y suponiendo que no se consigna el fin con esta operación, se le aplicará un taladro para deshacerla; si esto no bastare se cargará la pieza solamente con pólvora suelta, poniéndole por taco un zoquete de madera ajustado al ánima de la pieza con un pequeño agujero, para darle fuego por la boca por medio de un estopín largo, con lo que se consigue que el esfuerzo de la pólvora arroje la aguja por el fogón.

Cuando la bala se empeña al entrarla en el ánima del cañón, no conviene violentarla a golpes de atacador, porque si la detención es por ser la bala amelonada, o tener cordón en la junta de la turquesa, se hará más difícil su salida; sólo si se abocará la pieza, y dándole algunos golpes en la joya, la suele arrojar; pero si estando cargada la pieza se quisiere sacar la bala, y esta se detuviere a causa de la cascarilla del herrumbre, o de tener mordida alguna filástica del taco de la pólvora, entonces conviene darle algunos golpes de atacador para que pierda su asiento; y abocando la pieza, como se ha dicho, con los golpes de la joya sale sin dificultad; y para facilitar más su salida se procurará deshacer con la cuchara la cascarilla del herrumbre; y cuando ni con una ni con otra operación se consiga el fin, se le derretirá la carga por el fogón, echándole bastante agua hasta que salga clara, y dejando enjugar el ánima por el mismo fogón se le introduce una corta cantidad de pólvora, y dándole fuego arrojará la bala, y dejará la pieza libre de otro cualquier embarazo.

El incidente de empeñarse una cuchara en el ánima del cañón proviene de tener el ánima sucia y entrecoger alguna costrilla del herrumbre que el ánima depone, o bien de morderla la bala. Luego que se nota empeñada la cuchara se ata un cabo al asta, y se tira rectamente de ella, o se le da un tortor; de esta operación resulta las más veces que se rompe el asta por el encastre del zoquete; en cuyo caso es preciso con un chuzo horadándolo botar la bala, y ver si con un sacatrapos puede tirarse de la cuchara; y si con este método no quisiere salir, el último remedio es romper totalmente el zoquete, abollar la hoja de la cuchara con el chuzo, y entonces puede sacarse con facilidad. Para todo esto se supone la pólvora de la carga derretida con agua, porque sin esta circunstancia sería peligrosa esta faena; y se previene que nunca es conveniente disparar la pieza con semejante embarazo, ni aun con poca pólvora, como algunos lo practican, pues las resultas pueden ser funestas.

aguja Cuchara

Al manifestar Texier de Norbee en su obra los inconvenientes que causa el mayor alcance y acierto de los tiros el excesivo viento o huelga que se da a las balas en las piezas de mayor calibre, se explica de la siguiente forma. La razón que se alega para dar más viento entre las balas y las ánimas de las piezas de grandes calibres, se funda en la necesidad de dar mayor espesor o grueso a las cucharas de que se hace uso para extraer las balas empeñadas; y haciendo ver el poco efecto de este método de sacar las balas haciendo uso de la cuchara, acude a los demás medios simples que acabamos de indicar, preferibles por el constante buen éxito que dicho autor tenía observado, y que son los mismos que nos manifiestan Rovira, Labayru y otro varios autores de Artillería.

ALCANCES DE LAS PIEZAS

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INDICACIÓN DE LOS ALCANCES DE VARIAS PIEZAS Y CAUTELA QUE DEBE TENERSE PARA NO CORREGIR DEPRESIONES DE PUNTERÍAS EN EL ALCANCE DE PUNTO EN BLANCO.

Toda persona encargada de la artillería debe tener conocimiento aproximado del alcance de los cañones de los calibres respectivos de que ha de hacer uso, en los distintos grados de elevación que deba darse a las piezas, según las distancias a que están situados los objetivos a quienes se han de dirigir las punterías. Pero son tantas las causas que hacen variar los alcances de las piezas que es poco menos que imposible fijar aquellos con seguridad.

La distinta cantidad de pólvora con que en todos tiempos se ha acostumbrado a cargar las piezas de un mismo calibre, la calidad de cada pólvora, la diversa longitud de los cañones, el mayor o menor viento de las balas, la clase de golpes de atacador dados para cargar las piezas, el estado más o menos húmedo de la atmósfera, y mil otras circunstancias, que sería difícil enumerar, contribuyen a que los alcances de las piezas de unos mismos calibres, reducidos a tablas por la experiencias hechas en varios de los otros.

Muchas de estas tablas hechas en otra naciones y en España desde 1.745 y otros anteriores al 1.756, en que escribió Labayru, hasta el 1.787, por vía de ejemplo se pondrán tres tablas, la que trae Labayru desde el cañón de a 36 hasta el de a 1 a nivel de ánima, raso de metales y elevación de 22 y ½ grados; y las de los alcances de dos cañones, el uno del calibre de a 24, y el otro del de a 18, en las elevaciones de 4 y 8 grados; cuyas dos últimas tablas, como otras varias, se formaron por las experiencias practicadas en el año 1.764 por el Comisario general de Artillería de Marina D. José Blanco Tizón, antecesor inmediato en la Comisaría general al apreciable Rovira, y por último pondremos el alcance medio que por la elevación de 8 grados tuvieron, según dichas experiencias de Blanco Tizón, los cañones desde el calibre de 36 hasta el de a 4, ambos inclusive.

alcances Alcance1

El alcance que da la primera tabla de las piezas de hierro cargadas a bala rasa, como para combate particular, expresados en pies de Castilla, se dedujo, según nos advierte Labayru, por repetidas experiencias hechas al intento.

La segunda tabla de Rovira, es idéntica y copiada de la de Labayru con la sola diferencia de haber reducido a toesas los pies de Burgos.

alcances Alcance2

La tercera tabla son las pruebas de alcances practicadas con un cañón de a 24 español, cuya longitud era de 10 pies, una pulgada y 4 líneas de Castilla, que corresponde a 18 calibres y 6 partes: la de su ánima 9 pies y 7 pulgadas; el diámetro del fogón 2 líneas y 11 puntos, y su adelantamiento 17 líneas y 6 puntos. Año 1.764 por el Comisario general de Artillería D. José Blanco Tizón.Piezas Alcance3.jpg

La primera tabla corresponde a las pruebas de alcances de un cañón de a 18 español cuya longitud era 11 pies y una pulgada de Castilla, que corresponde a 22 calibres y 3 partes; la de su ánima 10 pies, 7 pulgadas y 0 líneas; al diámetro del fogón 5 línea y 10 puntos, y su adelantamiento 25 y 8. Año 1.764.

alcances Alcance5

Hecha la combinación del alcance de varias piezas puede incluirse que por el ángulo de elevación de 8 grados su alcance es el cómo se muestra en la segunda tabla.

La tercera tabla del alcance de varias piezas francesas dirigidas de punto en blanco, y por la elevación de 45 grados, que trae el marqués de Sent Remí.

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En nuestros antiguos autores de artillería se acostumbró dividir en tres géneros las piezas de uso común en aquellos tiempos. En el primer género se comprendían los falconetes, sacres, culebrinas, medias culebrinas, y culebrinas bastardas. Todas estas piezas de primer género tenían una longitud de 30 hasta 32 diámetros de su boca, y las denominaciones particulares que hemos establecido entre las piezas de este primer género se daban con arreglo al calibre o bala que calzaban.

En el segundo género se contaron los cañones enteros, medios cañones, cuarto y octavo de cañón; y en el tercer género tuvieron lugar los llamados pedreros. De todos estos tres géneros, en que entran el cañón medio, cuarto y octavo cañón, es el que más conviene por sus dimensiones en longitud y calibre o cabida de balas con las piezas que se utilizan en la actualidad. Así el cañón entero tenía de largo desde la última orla del brocal hasta la última de la culata de 17 hasta 26 diámetros de su boca, y entre iguales extensiones en longitud estaban los medios cuartos y octavos, calzando generalmente los cañones enteros balas de a 40 libras, los medios balas desde a 16 hasta 25.

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Consiguientemente excusando dar noticia de los alcances de las piezas del primero y tercer género, copiaremos solo los que da Medrano a las piezas del Segundo. Y son en pasos llamados andantes que contienen dos pies y medio cada uno, donde se aprecia en la cuarta tabla.

Si los 5600 pasos de a dos pies y medio cada uno que tiene de alcance el medio cañón que corresponde al calibre de 24 por su mayor elevación, los reducimientos a pies, resultarán 14000 pies de Castilla por el cañón de a 24 del tiempo de Medrano; y siendo de 2000 toesas el alcance, por su mayor elevación, del cañón francés de a 24 que trae la antecedente tabla del Marqués de Sent Remí, reducidas a pies de Castilla, nos dan igualmente 14000 pies.

En la primera tabla que se expuso de los alcances, resulta que el cañón de a 24 disparado a 22 grados y medio de elevación de 9798 pies; y faltando a esta elevación lo menos 14 grados para conseguir el máximo alcance debemos contar que el cañón de 24 de Labayru disparado por 36, 40 y aún 45 grados, hubieran llegado o excedido los mismos 14000 pies. La concordancia de los alcances de estas piezas entre los calibres de a 33 y 24 franceses y españoles, por experimentos hechos en ambas naciones por distintos profesores, debe tenerse presente para dar a la primera tabla de alcances que trae Labayru alguna mayor consideración de aquella que algunos no quieren dispensarle.

Respecto a que todas las experiencias de Blanco Tizón se hicieron dando a las piezas algunos grados de elevación, y ninguna se hizo colocando la pieza a nivel del ánima, que es cuando tiene su ánima igualmente distante del suelo, sin elevación alguna arriba ni abajo, copiaremos los alcances de que en dicha posición dan varios autores, al cañón de a 24 y otros de crecido calibre.

MODOS DE TRINCAR LA ARTILLERIA

Trincado
Trincado

VARIOS MODOS DE TRINCAR O SUJETAR LA ARTILLERÍA A BORDO DE LOS BUQUES, Y ADVERTENCIAS SOBRE CADA UNO DE ELLOS.

Trincar la artillería a bordo no es otra cosa más que sujetar a la vez la cureña y el cañón en términos que queden sin el menor movimiento posible, a pesar de los muchos que procuran darles los balances, cabezadas y elevaciones y descensos verticales de los buques.

La artillería de todos los puentes y cubiertas suele trincarse de dos modos generales, atendiendo a la posición que puede darse a las cureñas con respecto a los costados del buque. Si la longitud de aquellas y de los cañones quedan perpendiculares a los costados, siéndolo también las ruedas, como cuando están en batería, se trincan de un modo los cañones de la batería del entrepuentes en los navíos y de otro los de los otros parages.

La trinca que se da a los cañones del entrepuente, a causa de que en ella se sujeta parte de la pieza levantando su boca sobre la porta y afirmándola contra la amurada, lleva el nombre de “batiportar la artillería”, y la que se aplica a los demás cañones, por cuanto parte de la caña del cañón queda fuera de la porta, se llama “trincar en batería”. En ambos modos se ve que la posición de las cureñas con respecto al costado del barco es la misma.

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El otro modo general de trincar la artillería de todos los puentes, atendiendo a la posición de las cureñas, es cuando la longitud de estas y la de los cañones resultan paralelas a los costados en el sentido de proa para popa, y las ruedas delantera y trasera de un mismo lado de la cureña arrimadas al trancanil: a este último modo de trincar los cañones y cureñas llamamos “abretonar la artillería”.

trincar abretonado

Es cierto que trincado los cañones en la forma abretonada, se tarda más en disponerlos en batería: y separadamente la reunión de su peso contigua al costado puede aumentar los riesgos de las inundaciones en los fuertes temporales; pero tanto en estos como en otras varias circunstancias la trinca abretonada conduce sobre manera para asegurar los palos y salvar en un todo la arboladura.

Atendiendo a solo los inconvenientes de la trinca bretona en general, sin el conocimiento de sus particulares ventajas, por carecer de sólidos conocimientos de maniobra, y no haber sufrido con fruto desarbolos y otras averías en la arboladura, han llegado a despreciarla en términos de no mencionarla sino para la crítica.

Definidas las tres clases de trincas sigue el nombramiento de la jarcia o cabos que suele emplearse en ellas. Para batiportar o trincar un cañón del entrepuentes se emplean los cabos y maderos siguientes: un braguero, dos palanquines largos, dos trincas principales y una de joya, y en caso de temporal se añaden los cabriones, que son unos pedazos de cuartón con dos mortajas rectangulares “m,m” adaptadas al grueso de las ruedas traseras, y clavados en la cubierta al tope de las mismas, prefiriendo esta figura a la que regularmente se solían tener de una cuña ancha, porque en esta forma a poco que dé de sí la jarcia, montan las ruedas sobre la cuña quedando inútil el objeto con que se ponen estas piezas en los temporales.

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Para trincar las piezas en batería según unos solo sirven los palanquines, y la culata se sujeta contra la cubierta, dando una retenida a la argolla que en ella se halla con la veta de un palanquín o con otro cabo suelto. El seno del braguero queda cruzado sobre el primer cuerpo del cañón sujeto con filásticas a los palanquines. Según otros para esta misma trinca solo sirve el braguero, que se afirma cruzado sobre el cuello del cascabel, quedando los palanquines sobre vuelta: y para evitar que se levante la cureña de contera con los balances, se sujeta contra la cubierta, dándole una retenida desde el perno de ojo del eje trasero a la argolla de la cubierta.

Para abretonar los cañones sirven el braguero y los palanquines que se trincan cruzados sobre el frente de la gualdera. Aunque Rovira dice con razón que estos diversos modos de trincar las piezas se explican y entienden más fácilmente con las prácticas de las mismas faenas, y así omite hablar extensamente sobre este punto, a más de lo dicho copiaremos a la letra la doctrina de Labayru en orden a como se trincan los cañones para salir a la mar.

Para trincar las piezas se ha de tener especial cuidado de promediar en medio de la porta, encubriendo la frente del cañón todo lo posible en el batiporte. Se empezará a trincar pasando las vetas del palanquín de abajo arriba de la garganta de la culata, y por el gancho de la amurada hasta tres veces, y se le da un botón de tres vueltas junto a la faja de la culata, de forma que a golpe de maceta y tesar muerda contra el cañón, y enguillando hasta delante del motón se le da otro botón que coja vueltas y guarnes y que dé tantas vueltas cuantas la veta alcance, y se asegura el chicote.

Con el otro palanquín se hace lo mismo; se le dará su trinca de joya, haciendo la primera firme a la argolla, dando cinco vueltas que abracen la dicha argolla y remata con un botón bien socado entre la argolla y la joya.

Sigue la trinca principal para la cual el braguero se pasa por debajo de los pezones del eje delantero, y tomando las dos trincas a un tiempo se hacen firmes por las gasas, una al palanquín y la otra a la pernada del braguero, esto es, encontradas, una a la banda de popa y la otra a la de proa; se le dan a cada una cuatro vueltas, la del palanquín a los dos palanquines, y la otra a las dos pernadas del braguero; tensándolas cuando sea posible a atracar los dos palanquines y los dos bragueros; y hecho esto se le da tres vueltas, una junto a la una pernada o palanquín, otra en medio, y otra junto a la otra, y enguillando el chicote se hace firme en la pernada o palanquín que le corresponde; en cuya conformidad se pueden hacer a un mismo tiempo estas dos trincas y la de joya con más brevedad, seguridad, menos trabajo y menos gente, como se evidencia; y con la misma facilidad se comprende que se desharán, y volverán a dar en todos tiempos.

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Sigue después Labayru manifestando los defectos del antiguo modo de trincar, en que se daba a la trinca principal 14 brazas para el cañón de a 24, y por ser demasiado larga se daban muchas vueltas, lo que causaba engorro al trincar y destrincar. Aunque de paso debemos advertir que muchos evitan pasar el braguero por debajo de los pezones del eje delantero de la cureña, a fin de que en el movimiento y juego que la dicha puede tener no luda el braguero y se estropee con el roce.

También es fuerza advertir, que en la práctica de dar una retenida desde el perno de ojo del eje trasero a la argolla de la cubierta, para evitar que la cureña se levante de contera con los balances, prevención de que no habla Labayru, solo se evitará el levantamiento de contera a la bajada del balance; pero no en su caída cuando el barco adrice, y acaso levante el frente o parte delantera de la cureña, a menos que no se trate de sujetarla verticalmente por este otro extremo.

Como los bragueros, palanquines, trincas principales y de joya, estrobos de cureña y gasas para cuadernales y motones, amantes de porta, y aparejuelos y guardines de la misma han de tener una determinada longitud y grueso o espesor, según los calibres de los cañones que deben vestir y guarnecer.

Conviene que se manifieste los casos en que puede ser útil y aun necesario trincar la artillería a la bretona para asegurar la arboladura, según D. Jorge Juan concluye que el punto donde debían suponerse reunidos los pesos en el navío de 60 cañones, que le sirvió de ejemplo, para que el tal navío mantuviese seguros sus palos cuando es posible en los balances, debía estar a 22 pies de distancia del centro de gravedad.

El buque de que se habla tenía solos 42 pies de manga, cuya mitad es de solos 21; donde se ve que aun cuando en dicho buque se colocaran todos sus pesos sobre las mismas bandas o costados nunca llegarían a quedar dispuestos con la ventaja correspondiente a la mayor seguridad de la arboladura. Esta imposibilidad debe verificarse en lo general de las embarcaciones, y así debe concluirse por regla fija, que para asegurar los palos en los balances deben alejarse del centro de los buques hacia los costados todos los pesos cuanto sea posible.

Si cerrada la portería por ejemplo se dejan los cañones horizontales, y lo largo de ellos perpendicular al costado, como cuando se disponen en batería, en tal disposición el particular peso de cada cañón, y el general resultante de todos ellos, cae más cerca del medio del navío o del centro de gravedad del barco; lo cual perjudicará a la arboladura. Diversamente sucederá si los cañones se acercan cuanto es posible al costado, a quien se disponen paralelos en el sentido de su longitud, dejando sus bocas desde proa a popa o al contrario, esto es, trincándolo a la bretona.

No hay duda que estos mismos medios que se han propuesto por conducentes a asegurar la arboladura aumentan el riesgo de las inundaciones de un buque; pero los casos en que los buques sean inundados son menos frecuentes que aquellos en que desarbolan, especialmente los de grueso porte. A la salida de los puertos, en que las jarcias no han dado suficientemente de sí, y por lo mismo no se han tesado varias veces, es muy común sufrir averías en la arboladura, por corta que sea la marejada que se experimente.

DEFINICIÓN DE CALIBRE

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Calibre1

DEFINICIÓN DE LA VOZ CALIBRE Y MODO DE CALIBRAR LAS BALAS Y DEMÁS MUNICIONES, Y TAMBIÉN LAS BOCAS DE LAS PIEZAS.

Por calibre se entiende el diámetro del globo o masa que se arroja con una pieza de artillería, y también el de la boca de la misma pieza. Las masas que actualmente se disparan en la marina con los cañones se reducen a tres especies, que son bala, palanqueta y metralla.

La bala de la figura 4, es un globo macizo de hierro colado. La palanqueta que está en uso es una masa de hierro batido, que muestra la figura 5, que puede considerarse compuesta de dos pirámides hexagonales truncadas iguales, y de un prisma también hexágono que las une por sus bases menores. Las bases mayores de las pirámides son los círculos que circunscriben la figura hexagonal, y forman en esta parte un cordón para que no se lastime la pieza. La causa de emplear en la construcción de las palanquetas el hierro batido y no colado, es por haberse advertido que las de esta última especie salen casi siempre del cañón partidas.

calibre balas

La metralla, figura 6, es un conjunto de balas pequeñas, arregladas unas sobre otras en un zoquete o platillo circular de madera o hierro, alrededor de un arbolete de los mismo, que se levanta perpendicularmente sobre el centro del platillo, y se sujetan por medio de un saquillo de lona, entrelazado con varias vueltas de merlín o piola, según los calibres, a que se llaman trincafiar, y terminan en una gasa, por donde se manejan.

Los platillos y arboletes de hierro comunican mayor impulso a las balas, y ellos mismos tienen un alcance capaz de ofender en los casos de batirse con inmediación, cuyas ventajas preponderan al menor costo que tienen los platillos de madera. Hay otra especie de metralla reducida a un bote de hoja de lata, arreglado en el diámetro a su respectivo calibre, lleno de balas menudas de plomo o de yerro, y cerrado de firme por ambos extremos con tacos de madera.

Siendo las balas unas esferas macizas de hierro, se hallarán unas con otras en la razón de los cubos de sus diámetros; y por lo mismo sabido el diámetro de una bala, por ejemplo de 32 libras de peso, se pondrán saber los diámetros que corresponden a las demás de cualquier peso que sean.

Demos el caso que estemos acordes en que la extensión del diámetro de una bala de hierro del peso 32 libras en pulgadas, líneas y puntos, medida de Castilla, reducida a puntos de mayor comodidad en la operación, conste de 1008 puntos, y que se quiera saber el número de puntos que corresponderá al diámetro de una bala de hierro del peso a 2 libras. Cubicando los 1008 puntos de diámetro de la bala de 32 libras resulta su cubo 1024192512. Para tener ahora el diámetro de la consabida bala de 2 libras se hará la siguiente proporción: 32: 1024192512::2 al cuarto término, que será el cubo del diámetro de la bala de 2 libras; y extrayendo la raíz cúbica de dicho cuarto término resultarán aproximadamente 400, que reducidos a pulgadas y líneas, nos darán en dichas dimensiones la extensión del diámetro de la bala de hierro de dos libras de peso.

Del propio modo se puede proceder para concluir los diámetros de todas las demás balas como de 24, 18 y 12 libras, y se formarán tablas donde conste y podamos hallar a un golpe de vista en pulgadas, líneas y puntos de la medida de Castilla, los diámetros de dichas balas.

En vez de valernos del diámetro de una bala de 32 libras de peso podemos también, dado el diámetro de la bala de una libra de hierro, hallar todos los demás por aritmética, según el método que prescribe Labayru en su libro de Artillería.

Supuesto pues que el diámetro de la bala de una libra de hierro es de 315 puntos de Castilla, se cubicarán estos, y se tendrá 31255875, con cuyo cubo se hallarán fácilmente los diámetros de las demás balas en el modo siguiente.

Queriendo saber el diámetro de la bala de dos libras, se multiplicará este por el cubo de una libra y de su producto 62511750, sacando la raíz cubica 397 puntos (igual a 2 pulgadas, 9 líneas y 1 punto) se tendrá el diámetro de la bala de dos libras.

Queriendo saber el diámetro de la bala de dos libras, multiplíquese este por el cubo de una libra y de su producto 93767625, sacando la raíz cubica 454 puntos (igual a 3 pulgadas, 1 línea y 10 puntos) se tendrá el diámetro de la bala de dos libras, y así en las demás como se puede ver en la tabla.

Las mismas operaciones que nos han servido para formar tablas de los diámetros de las balas de diversos pesos, pueden servir para la formación de tablas de los diámetros de las distintas bocas y ánimas de los cañones; cuyas particulares dimensiones se llaman calibres de estos, denominado cañón del calibre a 36, 24 y 18 a aquellos cuyas bocas y ánimas admiten y pueden arrojar balas del peso de sus correspondientes denominaciones en libras y onzas.

calibre Diametros balas

De suerte que se llama cañón de a 24 al que admite y arroja bala del peso de 24 libras. Desde luego se colige que el ánima o hueco del cañón debe ser algo mayor que el diámetro de la bala, y esta diferencia se llama viento o huelga de la bala, lo que absolutamente es necesario por muchas razones. La primera, porque no todas las balas se hacen perfectamente esféricas. La segunda, porque el hierro expuesto al viento y a la humedad cría costra, que le hace de mayor magnitud, y con muchas desigualdades en la superficie; y como debe entrar la bala en el cañón con toda libertad, porque de otra suerte sería fácil que reventase la pieza o se maltratase el ánima, es preciso que el diámetro de esta sea algo mayor que el de la bala; pero muy poco, porque si el viento fuere mucho se perderían muchos ímpetus de la pólvora, que se dilatarían entre la bala y el ánima.

Sobre determinar el viento hay variedad, aquí se seguirá la práctica de los que añaden al peso de las balas un 12 por 100, esto es que si la bala pesa cien libras, sea el diámetro del ánima igual al de una bala de 112 libras. De suerte que así como para hallar los diámetros de todas las balas se tomó por principio el cubo del diámetro conocido de una bala de 32 libras, que son 10241192512 puntos, del mismo modo para hallar las bocas de las piezas se tomará por fundamento este mismo cubo, aumentado en la razón de 12 por 100 que serán 1147095613 puntos, cuya raíz cúbica 1048.85 será el diámetro de la boca en la pieza de a 32; y valiéndose del mismo método que se dijo para hallar las demás balas, esto es, de la proporción de las esferas con los cubos de sus diámetros, se hallarán las bocas de todas las piezas.

Para formar las tablas de los diámetros de las palanquetas y saquillos de metralla, se observará el mismo método con que se han formado los de las balas, atendiendo solamente a que los cubos de los diámetros de las palanquetas y de los zoquetes y platillos, sobre que se forman los saquillos de metralla, deben hallarse disminuido con las esferas de las bocas de las piezas, según lo antiguo en la razón de 16 por 100, y conforme a la práctica presente en la de 15 por 100; y así para hallar el diámetro de la palanqueta o saquillo de metralla del calibre de a 32, por ejemplo, se hará esta proporción: como 116 a 100, o bien como 115 a 100; así el cubo del diámetro de la pieza de a 32 al de la palanqueta o saquillo de metralla de este calibre; y la raíz cúbica será su diámetro; sobre cuyo principio se forman las tablas de los diámetros de las palanquetas y saquillos de metralla de diversos calibres, en medida del pie de Castilla, dándoles el viento o huelga a razón de 15 por 100.

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DESCRIPCIÓN DEL CAÑÓN

DESCRIPCIÓN DEL CAÑÓN Y DE TODAS SUS PARTES Y RAZONES QUE HA HABIDO PARA DARLE LA CONFIGURACIÓN QUE TIENE.

Cañón es una pieza de hierro o bronce compuesta de dos o más conos truncados, con un hueco cilíndrico, cuyo eje coincide con el de los conos.

Igual definición abreviada del cañón da D. José Odriozola en su compendio de Artillería. El cañón, aunque de una sola pieza, se presenta en su exterior como un conjunto de tres conos truncados unidos por sus bases que se llaman cuerpos del cañón.

La figura representa un cañón, cuyas partes se nombran del modo siguiente: AB o CD culata del cañón, es la parte de la pieza opuesta a su boca, comprendida entre el plano DE que pasa por la extremidad del hueco interior, y  el plano CA que se concibe tangente al fin del cañón. La parte de la culata AF o bien CG, que es a modo de una bala, se llama cascabel; FH o bien GI cuello del cascabel; y JB o bien KD refuerzo o espesor de metales que se da a la pieza desde el fondo del hueco interior. JL o KM longitud del cañón, bajo cuyo nombre se entiende regularmente la extensión de la pieza comprendida entre el plano ML rasante a la boca y el plano KJ que pasa por el fin del refuerzo BJ. Esta longitud se divide por lo general en tres partes, de las cuales NO o bien KY se nombran primer cuerpo, la segunda OP o bien YQ segundo cuerpo, y la tercera PR o QM tercer cuerpo o caña, y la parte de esta RS o MT que termina el cañón hacía la boca, se llama cuello o brocal.

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En el segundo cuerpo tienen colocados los cañones dos cilindros o conos truncados macizos llamados muñones “x, x”, y estos son los que descansando o pasando sobre otros dos ojos dispuestos en la cureña, que más tarde se hablará, le sirven de eje para su rotación y fácil manejo. Su situación debe ser tal, que apoyado sobre ellos el cañón quede casi en equilibrio, pero de forma que la parte de la culata exceda algo en peso a la de la boca, a fin de evitar el cabeceo o embique de esta con los tiros.

El mismo Odriozola dice, montada la pieza se le hace girar sobre los muñones fácilmente con poca fuerza; bien entendido que la posición de dicho centro es tal, que montado el cañón su peso le vence hacia la parte del primer cuerpo.

Mr. Carlos Dupin hablando de los cañones cortos del General Congreve, después de manifestar que esta primera idea de empelar cañones más cortos para el servicio de los buques, lo fue ya del marino francés Texier de Norboc, y nosotros debemos añadir con mucha autoridad lo fue de nuestro General D. Francisco Javier Rovira, dice refiriéndose a los cañones de Congreve; estos cañones por estar más reforzados o ser macizos hacia la parte de la culata que a la de la boca, tienen su centro de gravedad mucho más atrás que lo general de los demás cañones. Esta es una ventaja real y verdadera, de que su autor ha sabido aprovecharse dando a la caña una mayor longitud de la que parece podía comportar la extensión total de la pieza. Por este medio ha conservado, en cuanto ha sido factible, una dimensión que tiene la gran ventaja de alejar de los costados y jarcias fijas o muertas de los buques las llamaradas que despiden las piezas de artillería.

Los cañones propuestos por Mr. Paixhans, añade Dupin, son de la misma figura o forma y tienen las propias ventajas que los cañones del General Congreve.

WXRV es el hueco cilíndrico de la pieza llamado anima, el cual debe hallarse colocado en el medio de los metales, de forma que su eje BL sea coincidente con el cañón AL.

ZW oído o fogón, es un taladro cilíndrico que se hace en la pieza en el primer cuerpo para comunicar el fuego a la carga; su situación es por lo general rasante al fondo del ánima, y su dirección perpendicular al eje, pero es más conveniente que tenga algún adelantamiento, y también se estima preferible en el concepto de muchos que tenga alguna oblicuidad hacia la culata, formando un ángulo agudo en esta parte.

NECESIDAD DE PERFECCIONAR LA PÓLVORA

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NECESIDAD DE CONTRAERNOS A PERFECCIONAR LA PÓLVORA DE NUESTRO USO ACTUAL, Y DE ADVERTENCIAS RELATIVAS A LA OPERACIÓN DE DARLA GRANO, CONCLUYENDO CON LA FACILIDAD QUE PUEDE TENER UN MARINO DE FABRICAR ALGUNA CORTA PORCIÓN DE PÓLVORA, Y UTILIDAD DE ESTE ARBITRIO, PUESTO EN USO POR HERNÁN CORTÉS EN LA CONQUISTA DE MÉJICO.

Vistos los inconvenientes de resultarían de separar cualquiera de los tres simples de la composición de la pólvora de nuestro uso, y la dificultad por no decir imposibilidad, de reemplazar con otra alguna de las sustancias diferentes, ya por los riegos de inflamarse al menor calor o solo contacto, como sucede con el oro fulminante, ya por otras circunstancias, debemos concentrarnos a perfeccionar en cuanto sea factible la pólvora, que tantos siglos hace empleamos en el servicio de las armas de fuego, en conocer de pronto por varios medios su buena o mala calidad, modo de corregir los deterioros que por humedades y otros incidentes haya contraído, y finalmente en conocer la fuerza que es capaz, por experiencias y pruebas en pequeño, adaptadas a los efectos que más en grande debe producir, en el servicio de todas las armas y ramos que son en general objeto de la Artillería.

Tocante a perfeccionar las pólvoras se dijo, que el modo de conseguirlo no consiste tanto en la proporción o relación que tengan entre si las cantidades de los tres ingredientes que la componen, cuanto en la buena calidad de ellos, trituración y mejor mezcla e incorporación de los mismos.

Es notorio que la pólvora ya bien mixturada, pero en estado de polvo finísimo, aunque tenga todos los elementos para producir sus efectos, sería de ningún servicio, porque atrayendo la humedad del aire se liquidaría el salitre, y tampoco podría conservarse sin pronto deterioro en ninguna clase de vasijas. Separado de esto el polvo que necesariamente había de quedar pegado a lo largo de las paredes de las ánimas de todas armas, expondría a los cargadores a varias desgracias, y causaría muchos otros perjuicios. Por estas razones se hace preciso dar el grano a la pólvora.

Pero no debemos inferir que por esta operación adquiera más fuerza la pólvora de la que tendría en su estado de polvo, si fuese factible conservarlo tan seco y puro como después resulta el grano. Es cierto que generalmente hablando, en cuantas experiencias se hagan con iguales cantidades de pólvoras granada y sin granar, la desventaja caerá sobre esta última, ya por la imposibilidad de que el polvo carezca de la humedad que le perjudica, ya porque puesta la pólvora en polvo en el fondo del anima de cualquier cañón, al menor esfuerzo del atacador de polvo se esparce y separa de modo que sucedería que la pieza se cargase con agua, aire u otro liquido. Se advierte para que se oigan con desconfianza las aseveraciones relativas a la mayor fuerza de la pólvora granada, siempre que estén fundados en experiencias hechas sin las debidas precauciones.

En la obra de D. Francisco Rovira, publicada en Cádiz en 1.787, se leen las siguientes expresiones. Si la pólvora tiene algunos granos reducidos a polvo se inflama también con mayor lentitud, mayormente hallándose atacada, como lo está regularmente en el cañón, cuyo efecto no fuera tan sensible si estuviera sin alguna presión, experimento que cita Mr. Muller haberlo practicado el Coronel Desagulier, y encontrado de igual fuerza la pólvora en grano y en polvo; pudiendo citar otra experiencia propia practicada con un morterete de prueba, por lo cual encontramos ser poco menor el alcance de la pólvora molida, puesta en la recamara sin alguna opresión, pero sobrepuesto un taco y oprimida, fue mucho menor su potencia.

Labayru, autor de 1.765, que escribió para las mismas escuelas de Artillería de Marina, funda la inutilidad de la pólvora en polvo en las razones que todos sabemos, y hemos dado de liquidarse las partículas del salitre con la humedad del aire, pero también dice que la pólvora se reduce a grano a fin de que por los vacíos entre grano y grano se comunique a todos prontamente el fuego, y se encienda casi instantáneamente, logrando de este modo el mayor esfuerzo para arrojar la bala o bomba.

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  Por las experiencias del Coronel Desagulier y las de Rovira, que las ventajas de la pólvora granada sobre la que se mantiene en polvo, solo se verifican cuando oprimidas ambas en la recamara por los golpes del atacador se esparce y separa como líquido la que está sin granar, Por lo mismo es infundada la especia de razón teórica que da Labayru, diciendo que la multiplicidad de granos y de los intersticios entre los mismos contribuyen a que sea más instantánea la inflamación de la pólvora.

Este autor no reflexionó que cada grano de pólvora es un pequeño cuerpo aislado que contiene porciones de azufre, carbón y salitre coagulado. Prescindiendo de la mayor dificultad que presentan los granos para inflamarse, por la especie de barniz que cubre su superficie, respecto al puro polvo, ¿Quién no advierte que el incendio de un grano se ha de comunicar al otro por orden sucesivo, y con transcurso de tiempo tanto mayor, cuanto mayor sea su número? Por lo que Labayru establece, la pólvora de granos más menudos sería de mayor potencia que la de granos mayores, opinión que destruyen las experiencias del Caballero D´Arcy de su Teórica de Artillería.

Texier de Norvec, Caballero de la Orden militar de S. Luis, Jefe de División de la marina, en sus reflexiones sobre Artillería de la misma, impresas en París en 1.792, se explica en estos términos respecto a la operación de dar grano a la pólvora. La pólvora después de granada ha producido tantas variaciones en los ensayos que de ella trató de hacer el químico Mr. Baumé, que fue preciso examinarla en polvo seco y fino, y antes de darla el grano, porque este mixto tiene menos fuerza a medida que se humedece más para darle el grano; consecuentemente la pólvora pierde mucho de su fuerza en la operación de granarla.

Este accidente va anexo a todas las pólvoras; porque sin la operación del grano serían de poco o ningún servicio. Por lo tanto el polvorista o fabricante debe cuidar de dar el grano cuando la mezcla tenga la menor humedad posible. La pólvora después de granada ha sido siempre de menos fuerza que la que ha estado en polvo, por las experiencias que se han hecho. Consiste esto en que el nitro se cristaliza aisladamente dentro de cada grano; lo que se observa, rompiendo estos y mirándolos con un microscopio; así no puede estar tan bien mezclado entre las partículas de carbón y azufre.

Mediante las nociones que acabamos de dar para la formación de la pólvora, podrá muy bien cualquier marino hacerse con una corta porción de ella, aunque necesite crear, por decirlo así, los ingredientes que la componen. La existencia de una poca pólvora a bordo de los barcos es de absoluta necesidad para pedir auxilio de otros en la mar por medio de cañonazos, y también en las cercanías de las costas y entradas de los puertos.

Es muy fácil carecer de la pólvora que se sacó para el armamento del buque, por haberla consumido en los combates, anegado con el fin de precaver funestos resultados en la propagación de un incendio y por otras causas. En cuyo caso hallándose un oficial en una isla o continente de gentes incultas, puede adquirir el salitre, mediante la exposición de médanos de tierra al influjo atmosférico, y elaborarlo y afinarlo por las coladas y evaporaciones del agua de que hemos hablado.

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Respecto al carbón sobran medios para tenerlo; y en cuanto al azufre que podría en caso necesario excusarse, aunque con menoscabo de la bondad del mixto, se deben aprovechar las noticias acerca de la existencia de antiguos volcanes, en cuyas cercanías y con más certeza en las de los vigentes, no puede faltar azufre de superior calidad. Hernán Cortés se halló en este caso durante la conquista de Méjico. Es digno de leerse la Historia de la Conquista de Méjico, escrita por Don Antonio Solís; donde este autor pinta el volcán de Topocatepec a vista de la antigua ciudad de Tlascala, y al intrépido Capitán Español Diego de Ordaz, trepando con dos soldados de su compañía por los riscos del monte, hasta llegar a la boca misma del cráter del volcán, en medio de los temblores de la montaña, y una espesa lluvia de fuego y de ceniza.

Esta bizarría de Diego de Ordaz no pasó entonces de una curiosidad temeraria; pero el tiempo la hizo de consecuencia, y todo servía en esta obra; pues hallándose después el ejército con falta de pólvora, para la segunda entrada que se hizo por fuerza de armas en Méjico, se acordó Cortés de los hervores de fuego liquido que se vieron en este volcán, y halló en él toda la cantidad que hubo menester de finísimo azufre para fabricar esta munición; con que se hizo recomendable y necesario el arrojamiento de Diego de Ordaz, y fue su noticia de tanto provecho en la conquista, que se la premió después el Emperador con algunas mercedes, y ennoblece la misma facción dándole por armas el volcán.

EFECTOS DE LA PÓLVORA

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DE LA PARTE QUE TIENE EN LOS EFECTOS DE LA PÓLVORA CADA UNO DE LOS TRES SIMPLES QUE LA COMPONEN, Y RESULTAS DE SUPRIMIR ALGUNO O REEMPLAZARLOS CON OTROS.

Fabricada ya la pólvora, y descritas en sus correspondientes artículos por separado las propiedades de cada uno de sus tres ingredientes, podemos reflexionar con algún fundamento acerca del particular servicio que cada uno presta en el modo de obrar del todo de la mixtión.

Esto consiste en que aplicando a la pólvora una ascua ardiendo, un carbón encendido u otro cuerpo combustible que tenga el fuego en movimiento, la pólvora se convierte repentinamente en llama, detona y se dilata igualmente en todos sentidos, pasando a ocupar un espacio prodigiosamente mayor que el primitivo, e impidiendo por lo mismo en todas direcciones cuantos cuerpos u obstáculos se le ponen por delante.

En consecuencia el azufre por su propiedad, habrá tomado la llama; el carbón a quien el azufre la comunica, la mantendrá con vigor; y ambos cuerpos combustibles puestos en movimiento ígneo y en contacto con el salitre, serán la causa que este se inflame, detone y se dilate en todos sentidos.

Del servicio que presta cada uno de los tres ingredientes para los efectos de la pólvora, debemos concluir que, hallándose cualesquiera otras sustancias capaces por si solas o en unión con otras de prestarnos iguales servicios, podemos reemplazar con ellas los simples que componen la pólvora de que hacemos uso, o bien limitar el número de los cuerpos que entran en su composición, reduciéndolo a dos y acaso a uno solo.

En cuanto a esto último podría pensarse que, sin carbón y con solos azufre y salitre, produciría la pólvora los mismos efectos. Porque consistiendo su fuerza de dilatación del salitre, y siendo el azufre causa de su propia inflamación, parece que está de más el otro cuerpo combustible. No obstante, como la llama del azufre, es tenue, se apagaría al impulso del fluido elástico producido por una diminuta cantidad de salitre, y quedaría el mixto sin efecto alguno. Menor inconveniente resultaría de formar la pólvora sin azufre, y con solo salitre y carbón. Pero también, en este caso, la menos disposición que tiene el carbón para tomar la llama haría más lenta y tarda la inflamación del salitre, malogrando la circunstancia de lo instantáneo de su dilatación, que es en lo que principalmente consiste la bondad de la pólvora.

Respecto al salitre debemos tener presente que según Mr. Amontons, Dulak y otros, la llama de la pólvora se dilata en cuatro o cinco mil veces su volumen; la fuerza de expansión del ácido nítrico de la pólvora es a la del aire en su estado natural 9.215 veces mayor o más elástico que la del aire natural. En cuanto a la dilatación y fuerza del agua, reducida a vapor por la acción del fuego, sabemos que es 14.000 veces su volumen considerado en el estado natural de hielo; y así las sales u otras sustancias acuosas, capaces de una inflamación, podrían reemplazar al salitre con ventaja.

Los adelantamientos de la química presentarán nuevos medios para perfeccionar la pólvora actual. El oro, preferible a los demás metales destinados a servirnos de monedas por su ductilidad y demás caracteres, a que los otros nunca pueden alcanzar, al paso que ya ocupa un lugar distinguido en la medicina para el uso de las fricciones, y reemplaza al mercurio en su aplicación para varias enfermedades, proporciona la formación de una pólvora de efectos portentosos.

Uno de los resultados de mayor pasmo que nos presentan las operaciones químicas, dice el abate Richard de su Historia natural del aire y de los meteoros, es la fulminación del oro, su explosión es de las más violentas que se conocen, un calor mediano basta para ponerla en acción, procediendo una pequeña llama azulada a la detonación y explosión. Un regular roce o frotamiento causa los mismos efectos que el calor. M. Facio, joven químico, al cerrar dentro de un frasquito de cristal un poco de oro fulminante, apretó con algún esfuerzo el tapón, cuyo roce bastó para producir la fulminación del oro, arrojando a Facio a algunos pasos de distancia, y dejándolo ciego.

Otras experiencias acreditan que el oro calcinado con el agua fuerte, sal amoniaco y aceite de tártaro precipitado, acercándole un juego mediano se inflama con una detonación pasmosa. Una pequeña cantidad de esta cal de oro excede, en el estrépito y demás efectos, a todos los que puede producir la pólvora de cañón de mejor calidad. Una sola diferencia, pero muy notable, advierte Richard en el obrar de ambas pólvoras, y consiste en que la pólvora de Artillería se dilata y hace esfuerzo en todos sentidos, al paso que el oro fulminante limita, o a lo menos efectúa más sus esfuerzos, en el sentido o dirección vertical de arriba para abajo.

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En confirmación de lo dicho en este articulo, en el Compendio de Artillería, armas y municiones de Odriozola ya citado, además de la pólvora común hay otras inflamables con solo el calor producido por el rozamiento o el choque, de que algunos cazadores han hecho uso, y se denominan pólvoras fulminantes, pero los riesgos de su uso no la hacen admisible para el servicio. El mismo autor sigue diciendo, que para dar mayor fuerza e inflamabilidad a la pólvora común, convendría, según algunos, agregar a sus tres ingredientes algún otro, y en especial el colorato de potasa pulverizado, que es fulminante por solo el choque, ya en amalgama con ellos, ya mezclándole con la pólvora en seco al cargar las minas y piezas de Artillería, sin ejercer entonces presión alguna sobre la carga. Pero no se ha hecho aun en esta parte novedad para el uso de la guerra, y ciertamente atemoriza el gran peligro de accidentes funestos que podrían sobrevenir, en el manejo de una composición tan detonante, cuando apenas bastan precauciones contra la misma pólvora ordinaria, a pesar de no inflamarse sino por medio de un fuego activo.

FORMACIÓN DE LA PÓLVORA

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DE LA FORMACIÓN DE LA PÓLVORA.

En la formación de la Pólvora y con los simples ingredientes referidos (salitre, azufre y carbón), se hace el compuesto de la pólvora. Algunos autores españoles de Artillería, tales como Medrano que escribió en 1.699, dicen que según la cantidad de cada materia se hace más o menos fina la pólvora, la que según su grado de finura o potencia, dividen en tres géneros, llamando del primero a la que lleva seis partes de salitre, una de azufre y una de carbón; del segundo a la que contiene por cinco partes de salitre, una de azufre y otra de carbón; y del tercero que también denomina de munición, a la que consta de cuatro partes de salitre, una de azufre y una de carbón.

Los autores modernos, como son Labayru y Rovira, al darnos la anterior distinción de clases de pólvoras de los antiguos, refiriéndose sin duda a estos mismos, distinguen las pólvoras con los nombres de seis as y as, cinco as y as y cuatro as y as. Pero no se halló en la obra de Medrano, tal denominación de as, sino la de fino o primer género, entrefino o de segundo, y de munición o de tercero.

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En el año 1.756 en la que Labayru escribió su Tratado de Artillería, dice que según el asiento hecho por el empresario general para la composición de un quintal de pólvora se ponían las cantidades siguientes:

  • Salitre………. 76 libras.
  • Azufre……… 11 libras.
  • Carbón………14 libras.
  • TOTAL:……. 101 libras

Que componen 101 libras, reduciéndose a 100 porque una libra de pólvora suele exhalarse en el trabajo, y según esta proporción produce una pólvora casi tan fina como la antigua llamada del primer género o de seis as y as.

Rovira en su obra publicada en 1.787 dice que se ha fabricado la pólvora de munición en España con 78 libras de salitre, 11 de azufre y 13 de carbón, cuya calidad al parecer debiera ser más sobresaliente que la de seis as y as, por tener a proporción mayor porción de salitre.

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También añade que en 1.787 se componía cada picada en la fábrica de Alcázar de San Juan de 57 libras de salitre, ocho de azufre y nueve de carbón. En la de Granada constaba cada una de 60 libras de salitre, 8 y ¼ de azufre y 10 ½ de carbón.

De cuyas dosis, en composición con lo anteriormente usado, resulta que en la primera de dichas fábricas aumentan las dosis de salitre y azufre y disminuyen las de carbón; y en la de Granada aumenta la de carbón y disminuye la de salitre y azufre, pero las diferencias no son sensibles, consintiendo en onzas por quintal de pasta. Refiriéndose Rovira a experiencias hechas por el caballero D´Arcy, en su teórica de Artillería, sobre estas diferencias en los ingredientes de la pólvora dice: haber encontrado que la perfección de la pólvora depende más de los medios que se emplean para mezclar y unir los materiales que la componen, que de la proporción de estos mismos materiales.

Además de las clasificaciones hechas y denominaciones dadas a las pólvoras en este articulo, según sus calidades, suelen dividirse en suertes al clasificar la pólvora después de graneada, según la diferente magnitud del grano, y se llama pólvora de cañón a la de grano más grueso, que pasa por una criba cuyos agujeros tienen una línea de diámetro, y no pueden pasar por otra en que solo tienen cinco puntos; pólvora de fusil a la que pasa por la criba de cinco puntos de luz en sus agujeros, y no pasa por un tamiz de cerda algo ralo; y la pólvora refina o de caza a la que pasa por el tamiz de cerda y no pasa por uno de seda, no tan tupido que impida el paso al polvo.

Prevenido el salitre, azufre y carbón, todo de buena calidad, se pica o muele perfectamente cada ingrediente por sí solo, tomando luego de cada uno la cantidad correspondiente, a fin de que reunidos los tres cuerpos, no exceda su peso de las 50 o 51 libras de que es capaz el mortero donde debe hacerse la mezcla.

Estos tres simples se revuelven muy bien y se humedecen con suficiente agua clara, y se hace una masa que tomada en la mano no se pegue, y puesta en el mortero que Labayru quiere sea de piedra, y Medrano de madera, se bate y pica con una mazo de madera de carrasca que puede guarnecerse de cobre, evitando todo instrumento de hierro por lo peligroso de su contacto.

El tiempo necesario para batir esta pasta, a fin de conseguir la perfecta incorporación de los tres materiales, deberá ser distinto según la mayor o menor velocidad en el movimiento de los mazos. Rovira prescribe el tiempo en 72 horas, suponiendo que el mazo de 24 o 26 golpes por minuto. Labayru establece 48 horas, sin expresar la velocidad del mazo, que sin duda será mayor que la anterior, atendida la gran diferencia de tiempo que cada autor indica para hacer la mezcla.

Mientras se trabaja se procura que esté la pasta húmeda para evitar el riesgo de que se inflame, a cuyo efecto se baña con agua de cuarto en cuarto de hora en las 10 o 12 primeras, y de dos en dos en las restantes; en las últimas horas suele batirse la pasta en otros morteros distintos para la mejor incorporación de los ingredientes.

Para conocer cuando están bien incorporados los tres materiales, se pone al sol una porción de masa sobre una tabla lisa y negra; y mirando de la parte opuesta del sol se notará si por todas partes hace igual viso, en cuyo caso estará la mezcla bien hecha; pero si lejos de hacerlo igual se advirtiere que algunas partículas relucen y otras no, es prueba de que no está bien incorporado el salitre con el azufre y el carbón, y así se continuará a batirlo en el mortero.

Si la pólvora que se fabrica fuere en gran cantidad, conviene más molerla en molino y mejor en tahonas, desechando el uso de los morteros. De todos modos, para tomar la cantidad de salitre, azufre y carbón que corresponde a la clase de pólvora que se intenta fabricar, esto es, de primera, segunda o tercera suerte, importa saber el número de libras de peso de la masa que se pone en el mortero, molino o tahona de una sola vez, para una molienda o picada. Sabido, se harán tres reglas de tres en la forma siguiente.

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http://amodelcastillo.blogspot.com/2015/11/fabricando-polvora-en-la-edad-media-i.html

Supongamos que el peso de la masa que pueda contener el mortero, molino o tahona sea de 50 libras y media. Se dirá para tomar el salitre. Si en 101 libras de mixto entran 76 de salitre, en 50 libras y media 38. Para el azufre: Si en 101 libras caben 11 de azufre, en 50 y media cabrán cinco libras y media. Para el carbón: Si a 101 libras tocan 14 de carbón, a 50 y media tocarán siete libras.

Se ve que hemos tomado por norma las cantidades de cada simple en entraban en las 101 libras de todo compuesto de la pólvora, según el asiento hecho por el empresario, y que se practicaba en el año 1.756. Para cualquier otra variedad, tanto en lo que establezca respecto a las cantidades de los simples que deban entrar en cada quintal de pólvora, como la masa de que sea capaz cada picada de los morteros, o admitan de una sola vez las tahonas, no habrá más que alterar los términos de las reglas de tres indicadas.

Molida la composición de suerte que esté bien hacha el polvo, y cuando la pasta tiene tal grado de sequedad que no se pega a las manos al manejarla, se echa en una criba o harnero que tenga los agujeros a proporción del grano que se quiere dar a la pólvora, se quiere decir, que si ha de ser menudo lo serán también los agujeros de la criba, y al contrario.

Para que vaya pasando la mixtión hecha grano, se volverá alrededor de la criba con la mano, o bien se pondrán encima de la pasta o mixtión dos maderos, que pueden ser cuadrados o cilíndricos, los que por su presión la harán pasar con mas brevedad al mismo tiempo que se fuera acribando. Concluido lo dicho se saca la pólvora a secar al sol sobre unas mantas, y en tiempo nublado, con especialidad en invierno, se sacará en piezas donde se tengan hornos de hierro dispuestos con toda precaución.

Después de seca se volverá a cribar la pólvora en otra criba, cuyos agujeros sean más pequeños que el grano, para quitarle el polvo y aun podrá añadirse el pasarla por tamiz a fin de que quede más limpia. En este estado puede embarrilarse la pólvora. El caballero D´Arcy encarga que cuando se trate de dar el grano a la pólvora debe estar la pasta en estado de sequedad, porque de lo contrario en el acto de enjugarse al fuego atraería este la humedad a la superficie de los granos donde se cristaliza el salitre, separándose de los otros dos materiales.

Aunque Medrano, autor del año 1.699 no se haga mérito de otras operaciones, que las referidas para dejar la pólvora en estado de meterla en los barriles y servirnos de ella, vemos en Labayru, autor del año 1.756, y probablemente se verá en otros admitida otra operación llamada de dar pavón o lustre a los granos, lo que verifican poniendo cinco arrobas de pólvora granada en un tonel, al que dan vueltas por tiempo de dos horas y media, con lo que quedan los granos igualados y con más lustre.

Rovira, que trae también esa operación, advierte que muchos la tienen por perjudicial, y que en el año 1.787, en que escribía, no usaban ya el pavón en la fábrica de Alcázar de San Juan, y en la de Granada solo empavonaban por espacio de media hora, persuadidos de que el barniz o lustre que adquieren los granos mediante esta operación, dificulta que las chispas prendan en ellos.

En el compendio de Artillería o Instrucción sobre armas y municiones de guerra de D. Jose Odriozola y Oñativia, Capitán del referido Cuerpo, impreso en Madrid en el año 1.827, se describe un modo de hacer pólvora, usado en tiempo de la llamada República francesa. Pero el mismo autor dice que los facultativos encuentran varios defectos en algunas operaciones del tal método, y por consiguiente en el todo resultado.

También en el Prontuario de Artillería que hemos citado, hablando de la pólvora, se indican varios modos de hacer pólvora, y hablando de algunos empleados en Francia dice, que el primero de ellos se diferencia poco del que nosotros empleamos en España, que el segundo lo experimentó Morla, pero con pruebas en pequeño, que no ofrecen comparaciones exactas; el otro no se ha experimentado.

formación Prontuario

Respecto a la pólvora fabricada sin azufre manifiesta que da tanto alcance como la que no tiene, pero no inflama bien en los cebos, detona lentamente, sus granos no tienen consistencia, produce mucho humo que estorba a los Artilleros, y se deteriora pronto en los transporte.

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