DE LA PÓLVORA Y TODAS SUS PARTES.
El principal agente y el alma, por decirlo así, de todas las partes de la Artillería es el cuerpo mixto o compuesto de otros tres que llamamos pólvora. Los tres cuerpos que componen la pólvora son el salitre, el azufre y el carbón.
DEL SALITRE.
Salitre es una de las muchas sales que en varias partes nos presenta la naturaleza y palpable como la harina, escarcha o pequeños copos de nieve sobre la superficie exterior de muchas firmes e incultas, sobre las rocas de las montañas, y los muros y paredes de los edificios.
Esta sal, de color blanquecino, llevada a la lengua se liquida con la humedad de la saliva, y deja un gusto que participa de amargo, salado y algo picante. Como apenas existe sal ni cuerpo alguno en completo estado de pureza, resulta que este salitre suele estar mezclado con otras sales, sustancias y tierras, que le prestan sus varios colores. Siendo preciso por lo mismo separar de este salitre los cuerpos extraños que lo acompañan, no solo para la composición de la pólvora sino para otros varios usos.
Hablando de esta separación, y del modo de adquirir el salitre en cuanta cantidad se requiera, extrayéndolo de las tierras y demás cuerpos en donde ocultamente se halla depositado, y principalmente robándolo, en cierto modo, al aire atmosférico, que podemos considerar como cuna y receptáculo de salitre.
Esta operación es tanto más necesaria cuanto a que el salitre en cuerpo y visible de que acabamos de hablar, se presenta en tan poca cantidad, que nunca sería suficiente para abastecer las fábricas de pólvoras. Tanto para separar el salitre de las tierras y otros cuerpos que lo contienen, como para extraerlo de la atmósfera, se practica lo siguiente:
Se presentan médanos o montones de tierra bien deshecha y triturada en campo raso a la acción del sol, de los relentes y en general a todos los influjos de la atmósfera por espacio de veinte o treinta o más días según las estaciones. Pasado ese tiempo se revuelve bien el montón de tierra con azadones, palas u otros instrumentos ofreciendo una nueva capa de tierra al influjo de la atmósfera por un espacio de tiempo igual al primero.
Esta operación se repite cuantas veces se considera necesaria para conseguir que todo el montón de tierra esté bastante saturado o cargado de salitre. Hecho esto se transporta la tierra a unas vasijas o cocios, dejando sin llenar la tierra una proporcionada parte superior de ellos para cubrir el agua el tal espacio.
Los cocios, por supuesto, están agujereados; y para que por los agujeros no pueda salir tierra y solo colar el agua, se pone en el fondo de los cocios una capa de paja, esparto u otro material. Los cocios insisten sobre tinas de madera, calderas de cobre, u otros recipientes que reciben agua echada en la parte superior, y que filtra por toda la tierra y coladores. Esta agua de los inferiores recipientes ha extraído considerable porción del salitre que contenía la tierra de los cocios al atravesarla, y lo mantiene disuelto en ella.
Para acabar de quitar el salitre restante a la tierra puede repetirse varias veces la colada. Cerciorados de que ya es poco o ninguno el salitre que queda a la tierra, y que el agua contiene el necesario, se sujeta esta última a la acción del fuego en las mismas u otras calderas, y por medio de la evaporación, exhalada el agua, queda el salitre cuajado, una vez enfriada la mezcla.
Podrá ser que el salitre obtenido por esta primera operación esté aún mezclado con otras sales, grasas y tierras, y para purificarlo se pondrá en otra caldera con cantidad de agua dulce suficiente para disolverlos; se le aplicará continuo fuego, y con una espumadera se le quitará toda la espuma que salga a la superficie. Dejándolo después reposar como unas cuatro horas, según también debió hacerse la primera vez, se conduce el salitre a otras tinas colocadas en paraje fresco, donde al cabo de cuatro o cinco días se halla congelado en forma de radios, claros como si fueran de cristal.
DE LA PROPIEDAD PRINCIPAL DEL SALITRE.
La propiedad principal del salitre, que lo hace útil para la composición de la pólvora, es la de inflamarse y dilatarse con estrepito o detonación en el instante en que se le aplica algún cuerpo combustible encendido o en movimiento ígneo, como leña, carbón u otros semejantes: pero si el salitre se sujeta a la acción del fuego dentro de un caldera, sin el contacto de materia combustible en movimiento ígneo, el salitre ni arde ni detona: y solo se pone en fusión.
COMO SE CONOCE SI ES DE BUENA CALIDAD.
Póngase un poco de salitre sobre una tabla lisa de madera bien seca, y que no contenga resina, y aplicándole un carbón encendido se notará lo siguiente. Si al arder hace ruido o decrepitación como la sal común echada al fuego, indica que no está purificado de toda la dicha sal común, si la llama es espesa y el salitre hace espuma, manifiesta que aun tiene mucha grasa; y si después de consumido el salitre queda la tabla con manchas e inmundicia, da a entender que conserva mucha tierra. Pero si el salitre se consumió todo sin decrepitación y llama blanca, clara y limpia, sin dejar inmundicia, muestra que está bien purificado.
DEL AZUFRE Y SU PRINCIPAL PROPIEDAD.
El Azufre es una sustancia mineral de las muchas que se hallan en las entrañas de la tierra en diferente estado de pureza. Su color en bruto varía según el de las tierras y otros cuerpos en que está mezclado.
La propiedad más marcada del azufre es la de arder siempre que toca el fuego; pero sin estrépito ni detonación, ni consumirse prontamente. En virtud de lo cual sirve para la composición de la pólvora; y para comunicar la llama a otros cuerpos combustibles. A este efecto suelen bañarse y revertirse con azufre pajas, pequeñas cañas de cáñamo, y torcidas de algodón o lienzo, que tomando la llama por medio del azufre, pueden conservarla más duradera y constante que el solo azufre, que la da tenue y expuesta a apagarse por el embate del viento.
Esta proporción que tiene el azufre para encenderse y conservar la llama, unida a la abundancia en que se halla en las entrañas de la tierra, produce varios fenómenos.
Los manantiales de aquellas aguas calientes que vemos salir humeando y casi hirviendo, deben el calor a su tránsito por las cercanías de los fuegos producidos y alimentados por azufre. La erupciones de algunos volcanes, y también temblores de tierra, pueden tener lugar con motivo del agua reducida a vapor, o dilatación de otras sustancias, causadas por las hogueras, abrigadas en las concavidades de la tierra, y sostenida por la combustión del mismo mineral.
DE LA PURIFICACIÓN DEL AZUFRE Y PARAJES DONDE SUELE ENCONTRARSE MÁS PURO.
Para purificar el azufre de la grasa y tierra que contiene se pone al fuego, después de molido, en vasijas de cobre o de barro vidriado, y cuando hierve se le echa sal amoniaco que hace subir la grasa, la cual se procura espumar con cuidado, y la tierra que contiene cae al fondo de la vasija.
Cuando ya no tiene grasa que extraer se echa en unas tinas de figura de cono truncado, y si después de cuajado en su color amarillo fino, y roto manifiesta en lo interior un vacío en forma de roseta, es señal de que está purificado, si no tuviese la concavidad referida y su color tirase a verse, necesitará de mas purificación, siendo el mejor el mas amarillo, mas esponjoso y menos pesado.
También se purifica el azufre por sublimación o exhalación, para lo cual se pone este al fuego en una vasija vidriada, y se cubre muy bien con otra que no lo esté y cada media se muda la vasija superior y se recoge la flor de este mineral que queda pegada a ella.
Cuando se quiere mayor cantidad de azufre así purificado, se coloca en un horno en una especie de crisoles, de los cuales, teniendo cada uno un conducto o cañón que va a comunicarse con otro que sale fuera del horno, por este último se recoge la flor o parte más pura que se sublima o volatiliza en polvo por los canales del crisol. De esta operación resulta el mejor azufre para la pólvora, pero no está en uso por más costosa y prolija.
DEL CARBÓN Y SU MEJOR CALIDAD PARA LA PÓLVORA.
El tercer ingrediente para la composición de la pólvora es el carbón, su naturaleza, uso y efectos son tan notorios, que excusan casi su definición, y así ateniéndonos a lo que se observa cuando se le aplica el fuego, diremos que el carbón contiene una sustancia aceitosa o inflamable, y mucha tierra.
En virtud de la primera arde al contacto del fuego, y lo conserva hasta consumir dicha sustancia combustible; como a efecto y resultado de la segunda deja el carbón, después de arder, la ceniza o tierra que contiene, como otro de sus principios. El carbón más a propósito para la pólvora es el que se hace de las cañas del cáñamo llamadas cañamisas y demás leñas ligeras, como varas de sauce mondadas, adelfa, mimbres, sarmientos y otras.
No por esta general preferencia que se da al carbón formado de las citadas leñas, debe considerarse menos propio para fabricar pólvora el carbón de álamo blanco, encina y otras maderas duras; pero la menos facilidad que presta para ser pulverizado, y la opinión de que el carbón de estas leñas duras se halla mezclado con muchas materias groseras que impiden su pronta inflamación, nos conduce a desecharlo en parangón con el primero. Puede servir para conocer la buena calidad del carbón la observación de que después de molido no se apelmace ni presente partículas relumbrantes, sino un negro muy subido.